Chicago

21 de mayo de 2008:

Caray, ya hace casi un mes que no escribo nada en el blog. A lo mejor se me ha olvidado y todo como hacerlo. La verdad es que después de un par de semanas por las Iberias, en las que hemos hecho de todo menos descansar, apetecía volver a casa. Y digo casa por que aunque os echemos mucho de menos, ya nos sentimos neoyorkinos, así que por ahora nuestra casa está aquí. Dentro de un año volverán a cambiar las tornas y Madrid (o Barcelona, o Valencia, o Sidney, o vete tú a saber) volverá a ser nuestro hogar. El viaje bien, la resaca del jet lag, combinada con la resaca del chuletón gallego, también superada, y ahora, después de una semana algo tonta, volvemos a ponernos a tono con la city. Pero antes, el viaje a Chicago.

A pesar de haber montado el viaje en un par de días no salió del todo mal. Lo único es que el hotel lo tuvimos que coger en un pueblo llamado Napperville, a una hora de tren del centro de la ciudad. El barrio era genial, del tipo residencial pijo de "Mujeres Desesperadas", con casitas unifamiliares con jardín, y una población abrumadoramente blanca (algo curioso, la verdad). El hotel estaba bastante bien, con piscinita y todo, pero, como ya he dicho, un poco lejos de la ciudad. El problema con los hoteles de Chicago es que como siempre están llenos piden un dineral por una habitación. Así que tuvimos que tirar de coche de alquiler para desplazarnos al tren. Allí aparcábamos y nos olvidábamos hasta la noche.

Lo primero que me llamó la atención de Chicago fue el río que lo cruza. El Chicago River (la verdad es que otra cosa no, pero obvios, los americanos, lo son un rato) y como han urbanizado a su alrededor, con edificios altísimos y modernos, y parques lineales. Nada más salir de la estación de trenes, Union Station, se ve la Sears Tower, el rascacielos más alto del mundo hasta hace unos años (creo que perdió el status al construirse las Petronas de Kuala Lumpur, creo). Espectacular, como el resto de los rascacielos de la ciudad. Las fotos son de distintos puntos de la ciudad.







Por cierto, en las fotos de Union Station no me digáis que sólo falta el carrito de bebe cayendo por las escaleras, en la mítica escena de los Intocables de Elliot Ness...

Esta foto esta tomada desde el restaurante The Signature Room, en el piso nosecuantos del John Hancock Center, otro de los megaedificios de la ciudad. En vez de subir al observatorio, un piso más arriba, nos metimos en el restaurante y nos gastamos la pasta en tomarnos unos mojitos, en vez de sólo admirar las vistas. A Marga le daba un poco de vértigo, pero las vistas merecían la pena. Lástima que el día no acompañase.
El primer día estuvimos andando por Grant Park, cuyo monumento más famoso es la Buckingham Fountain, réplica exacta de una fuente de Versailles, pero el doble de grande. Además es famosa por ser la primera escena de la gran serie Matrimonio con hijos. La verdad es que impresiona por las dimensiones y la cantidad de agua que utiliza, pero claro, teniendo al lado el lago Michigan, pues claro, no hay problema.

Después de andar a lo largo del parque hasta llegar al planetario y al acuario, nos volvimos al centro de la ciudad, para ver lo que a mi más me gustó. De hecho, me entusiasmó. Se trata del Millenium Park. La atracción principal es el auditorio Jay Pritzker, homenaje al creador del premio más prestigioso del mundo de la arquitectura, y ciudadano con pasta, mucha pasta, de la ciudad del viento. La obra en sí es de Frank Gehry, el del Guggenheim, y es, repito, espectacular. Un auditorio al aire libre con césped para que la gente se tire a escuchar música, y una platea cubierta por láminas de acero retorcido. Cruzando el jardín, hay tubos de acero que sostienen los altavoces y forman una telaraña metálica dando aspecto de cubierta. Pero no lo es. Es una auténtica maravilla. Lástima que no hubiese ningún concierto o espectáculo durante los días que anduvimos por allí, para poder disfrutarlo en toda su intensidad.





A un lado del auditorio, se encontraba la pasarela BP Pedestrian Bridge, también diseñada por Gehry y que comunica el Millenium Park con Grant Park. Igualmente diseñada en acero, con curvas y escamas en sus paredes, la vegetación que la rodea la hace especialmente agradable. Otra maravilla de la arquitectura que merece la pena visitar.

Sin salir del Millenium Park, nos encontramos con la Crown Fountain. Se trata de dos torres rectangulares de unos 16 metros de alto, hechas como de ladrillos de cristal, y que emanan agua por sus cuatro paredes desde arriba formando una lámina casi perfecta, lo que impide que se desparrame por toda la zona. Lo curioso es que en dos de sus paredes, las que se ven enfrentadas, se proyectan imágenes con la cara de ciudadanos anónimos de Chicago. Debe de ser un show verse a este tamaño en medio de la ciudad... Los niños aprovechan para jugar con el agua, y los turistas para volverse un poco locos con las fotos. Una pasada, vamos.

Para acabar de contar Millenium Park, no me puedo olvidar de la atracción más famosa para la gente. Se trata de la Cloud Gate, o como la gente de Chicago (y Marga sin saberlo) llaman "el haba". Se trata de una gota enorme de metal, con forma de haba, sí, y que es bastante divertida. Es como un espejo gigante en el que la gente puede verse haciendo el tonto. A mi lo que más me gustó fue ver como se reflejaba el perfil de los rascacielos.



Seguimos con los edificios. El más emblemático de la ciudad es la Tribune Tower, cuya característica principal es que el dueño del Chicago Tribune, uno de los periódicos locales más importantes, encargó a sus reporteros que le trajeran piedras de los lugares más importantes del mundo. Así, en su fachada se pueden ver piedras de la casa blanca, del vaticano, del parlamento británico, del muro de Berlín, y hasta una roca lunar traída por la expedición del Apolo XV, creo. El edificio de estilo gótico es bastante chulo, y como no, está coronado con su banderita americana de rigor.

Aquí, una muestra de más edificios curiosos de la ciudad, así como del parque que corre junto al río.





Otro de los lugares míticos de la ciudad es la Water Tower y su edificio de enfrente, del mismo estilo. Es un edificio de estilo gótico y que albergaba las bombas que servirían para traer agua potable a la ciudad desde el lago Michigan. Al parecer la cosa no funcionó porque la contaminación de las casas y de las industrias llegaba al lago igualmente, y el bombeo hacía que el agua contaminada volviera a las casas de los habitantes de la ciudad. Así que estuvieron por demoler los dos edificios, pero al final decidieron montar un museo. Como no.



Qué más? Hay un par de calles espectaculares, de esas con casas señoriales de principios del XX, algunas de ellas con sello de Frank Lloyd Wrigth, famoso arquitecto que desarrolló gran parte de su trabajo en Chicago. Me refiero a las casas de Prairie Avenue, mansiones tremendas de varios pisos, con jardines y todo, y que servían para medir el grado de riqueza de los industriales de la ciudad. A día de hoy muchas de estas casas han desaparecido, por distintos motivos, pero las que quedan dan una idea de lo que debió de ser en su momento. También es de este palo la Astor Street, aunque no llega a tanto lujo. Eso sí, las fachadas son preciosas.



Otra de las características de la ciudad que me han llamado la atención es la cantidad de animales que te puedes encontrar en los parques. Muchísimos conejos, muchos patos, muchas gaviotas, hasta leones y tigres...Bueno, estos estaban en un zoo que hay dentro de Lincoln Park, el más grande la ciudad, y al parecer lugar de reunión de los hippies en su momento. Debe de quedar alguno, por que nada más entrar escuchamos como un concierto de música rock que sonaba bastante bien, pero por más que lo buscamos no conseguimos encontrarlo. Y no son cosas de paranoicos ni esquizofrénicos.





Otra característica de la ciudad es la cantidad de esculturas que pueden encontrarse. Además de gran tamaño, nada de chorradas. Desde las clásicas, hasta una de Picasso, o varias de tipo modernismo abstracto. Suelen estar en parques, plazas o entradas de grandes edificios. La verdad es que impresionan, y encima son bastante chulas. La clásica la fotografié por que representa la agricultura, uno de los pilares, junto a la industria, del desarrollo y enriquecimiento de la ciudad. Por cierto, al parecer en Chicago fue donde se instauraron los grandes mataderos que suministraban carne a todo el país, así que haceros una idea del tamaño de los mismos y de su ritmo de trabajo. Así se contaminaba el agua, claro.




La verdad es que este post más bien parece una guía de la ciudad, pero es que con el rollo del hotel en Parla (bueno, en Napperville), no nos ha pasado nada especialmente gracioso. Sólo tuve un mal rollo con el metro de la ciudad. No me lié a patadas con los cajeros expendedores de billetes de milagro. El caso es que en el país de las tarjetas de crédito, era imposible pagar con una en estas máquinas. Además no aceptaban monedas pequeñas y tampoco daban cambio. O sea, todo dificultades. Y encima un puto indio del 7 eleven no nos quiso dar cambio. Acabé histérico por que nos costó un huevo, y la mitad del otro, conseguir cambio para poder pagar los 4 dólares que nos pedían. Muy triste. Por lo menos el metro era muy chulo. En la zona centro, llamada The Loop, el metro va en superficie, por lo que vas viendo el paisaje como en los trenes... Eso sí, toma las curvas que casi te tumbas. Y pasa al lado de las casas, hasta el punto que no se yo si en ciertos lugares podrías sacar la cabeza por la ventana para tomar el aire sin que te casque un tren.

Durante nuestra estancia pudimos comprobar que en esta ciudad la peña bebe y come como auténticos animales. En el tren pudimos ver a peña bebiendo como perros durante todo el trayecto. Un día nos subimos y nos encontramos con varias papeleras llenas de latas vacías. La historia es curiosa, por cuanto en este país está prohibido beber en la calle. Y además está mal visto. La explicación que me dieron es que los trenes en Chicago tienen sus propias reglas, y que en un estado en el que su universidad más prestigiosa (varios premios Nobel de economía la avalan) posee el record de beber mayor cantidad de alcohol en el menor tiempo posible, nada debe extrañarnos. En cuanto a la comida, que decir! Probamos las pizzas estilo Chicago, o Deep Dish Pizza, que es como una pizza donde la pasta forma un cubo que se rellena con queso, tomate y demás ingredientes hasta que tu hígado diga basta. Yo tuve que pedir la hora en un par de sitois, y eso que ya me he acostumbrado a los tamaños americanos. En otro local nos metimos unas costillas de cerdo como las del Tony Roma´s, pero en grande. No pude con ellas tampoco. Y los sandwiches, hamburguesas y demás eran del mismo palo. Así que hemos vuelto bien alimentados y pidiendo ensaladitas y legumbres como pobeshitos. El único día que no pudimos cenar bien fue el primero, ya que decidimos volver al hotel y tomar algo por algún sitio. Craso error. Como ya he dicho, el barrio tenía toda la pinta de ser lo más soso del mundo, pero no pensamos que llegara hasta el punto de que a las 9 de la noche todos los restaurantes estuvieran cerrados. Después de un paseo bastante largo (en coche, eso sí) buscando, decidimos meternos en lo único que vimos abierto: un supermercado gigante donde pudimos comprar ensalada, algo de fiambre y unos bagels para cenar en el hotel. Ah, y una bolsa de doritos que nos duró hasta el día que nos volvimos a NY... Es muy duro desayunar doritos durante dos días...

La última, es encontrarte a esta gente dando un paseo en estas cosas. Al parecer una empresa turística se dedicaba a dar tours por la ciudad a la gente que no tuviese sentido alguno del ridículo, y al parecer de esta hay bastante por aquí. Así que Marga no pudo evitar descojonarse en varias ocasiones al ver a estos grown ups con sus cascos, chalecos reflectantes y unidades motrices especiales todo orgullosos y contentos.

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