I couldn´t agree more...

30 de octubre de 2008:

Esto es lo que pasa cuando uno da tantos mítines en tantos sitios distintos, y sin descansar lo debido. Llega un momento en que ya ni sabes lo que dices, ni te importa insultar a tus partidarios. Esto le pasó en Pensilvania.

Traducción:
"Creo que os habéis dado cuenta de que los seguidores del senador Obama han estado diciendo cosas nada agradables acerca de western pensilvania (dijo Obama que como llevan sin trabajo más de 20 años, por temas de reconversión industrial, le dan más importancia a la hora de votar a la religión o a las armas que al sentido común, más o menos). (Abucheos del público, sonrisas del candidato...). Y SABEIS, NO PODRÍA ESTAR MÁS DE ACUERDO CON ÉL (silencio entre el gentío) (Cara de dios, la que acabo de liar). No podría estar en desacuerdo con vosotros, no podría estar más de acuerdo con vosotros en el hecho de que Western Pensivanya es el lugar más patriótico, que más quiere a Dios, el lugar más patriótico de América, es una gran parte del país."
Qué grande!!!!!

Philadelphia

13 de octubre de 2008:

Y después de un viaje de lo más tranquilo, llegué a Philadelphia, a eso de las 12 de la noche. El bus me dejó en Chinatown, y tras un paseo de unos 15 minutos, por calles y avenidas solitarias (que daño hace el vivir en NY), aparecí en el hostel en el que me iba a alojar, con el sandwich de Washington en la mano y más sueño que Morfeo. Iba tan cansado, que ni me importó compartir habitación con otros 15 maromos. Así que después de cenar, me tiré a dormir, teniendo previamente toda la consideración del mundo en no despertar a nadie. No veas lo difícil que es buscar el pijama, el cargador del móvil, un enchufe y montar la cama a oscuras, rodeado de bultos, y sin hacer ruido. A las 7 de la mañana del día siguiente, abrí un ojo, y ya no pude volver a dormirme, por lo que decidí emprender la marcha. Duchita, y palante, tuve que decidir entre desayunar en un puesto callejero con más grasa que una porqueriza, o en un sitio de esos tipo starbucks, con fruta y café. Como tenía poco espíritu aventurero, y me reservaba la carnaza para la comida (lo que más claro tenía del viaje a Philadelphia era la comida), me tiré en plan pijo. El hostel estaba muy bien ubicado, en medio de la zona histórica. Y digo bien zona histórica, por que aquí es donde comenzó realmente la creación de los Estados Unidos, con la declaración de la independencia, y la redacción de la Constitución, aún hoy vigente. Así que todo lo turístico está relacionado con aquél momento de la historia. El centro neurálgico es Independence Hall, donde se ubicó el gobierno inicialmente, y donde se encontraba la Liberty Bell, símbolo de la libertad, y tal.



La campana está destrozada, y expuesta en un pabellón exterior, pero es la gran atracción turística. Todos se quieren hacer fotos con ella, sobre todo los chinos (la cantidad de chinos que había de turismo no era normal). La venden como el mayor símbolo de libertad del mundo, por aquello de ser el emblema del abolicionismo, y en todos los grandes discursos apelan a su sonido cada vez que hay que hacer un discurso del tipo nuestra libertad es la mejor del mundo. Un poco de repelús si que da.
Luego están todas las casas en las que se produjeron reuniones fundamentales para el nacimiento de la nación más grande del mundo (uffffffff), perfectamente restauradas, y con visitas guiadas. Yo llegué en pleno Columbus Day, festivo nacional, y por lo tanto con todo cerrado. Tampoco es que fuese a pagar por entrar, pero bueno, mejor si la posibilidad no existe. Y es que después de pasear por el barrio histórico, acabas un poco cansado de casas del siglo XIX, todas parecidas, y de carteles patrióticos. Entre ellos, la Betsy Ross house, donde vivió la mujer que diseñó la bandera americana de barras y estrellas, el Carpenter´s hall, la Declaration House (donde Jefferson escribió la declaración de Independencia en menos de 3 semanas), el primer banco del país, o el Pennsylvania hospital.





A mi de lo que más me gustó fue Elfreth´s Alley, una callecita con casas pequeñas, bajas, en las que vivían los currelas, y que se conservan de maravilla. De hecho, es la calle que muestra las típicas calles de la época colonial, siendo así en el resto de la ciudad. Las tienen decoradas con flores, la calzada está empedrada, y hay hasta un museo. Por dentro siguen siendo casas habitadas, aunque reformadas por dentro. No se si a mi me gustaría vivir en una calle con tanto turista suelto.
Luego está el personaje más importante, creo yo, de la ciudad. Se trata de Benjamin Franklyn, inventor, diplomático, político, cartero, etc. De lo más curioso es el Ben Franklyn Court, un patio que muestra el espacio donde se encontraba la casa del susodicho, de la que ya sólo quedan los cimientos, y que actualmente alberga un museo y un jardincito con paneles que explican la vida y milagros del personaje, así como reproducciones de las cartas que se enviaba con su mujer mientras él estaba en Londres, y su mujer vigilaba la construcción de la casa. Por cierto que ya por entonces se daba el rollo este albañil de "esto está en dos patadas", y luego se te meten en casa durante un par de años, ya que el propio Franklyn se quejaba de la tardanza de las obras, siendo la mujer la que le tenía que calmar (le gustaría alguno de los paletas).


Más cosas interesantes de la ciudad: me gustó mucho el ayuntamiento, o City Hall. Un edificio impresionante, enorme y con miles florituras, como un castillo con sus torres en las esquinas. Igualmente había visitas guiadas, donde lo único interesante era la subida a la torre más alta, prometiendo unas vistas impresionantes de la ciudad. Como era festivo, me quedé con las ganas. Aún así, gran edificio.
Luego estaba el callejear por las calles algo más modernas, con casas relativamente pequeñas, y pocos edificios altos. Me gustó la South Street, llena de comercios, pero sobre todo con una pinta de animada que tiraba para atrás. Había casas decoradas con cristales, en plan collage, tiendas pequeñas algo hippyes, murales inmensos, etc. Y es que para combatir los graffitis, el ayuntamiento decidió tirar palante y permitió la pintada de murales enormes en casas de hasta 6 pisos de altura. El resultado es chulísimo. Cada uno es de una temática, siendo el dedicado al jazz de los que más me gustaron.



Luego me flipó el vestíbulo del Comcast Center. Es uno de los rascacielos más modernos, sino el más, de la ciudad, y no me hubiera metido dentro si no hubiera visto a la gente agolpada frente a las ventanas mirando embobados a la pared. Y es que lo que había era una proyección o algo sobre la pared con una calidad increíble, con imágenes de paisajes salpicadas con frases míticas, o escenas de gente corriendo, o como se creaba la maquinaria de un reloj para dar la hora. Esto es lo que había que ver. Y de verdad que es tremendo ver la calidad de las imágenes.

Aparte de esto, destacan las placitas como Rittenhouse square, o Washington square. De lo más pequeñas y coquetas.



Y ahora lo más grande. Desde el principio había leído que Philadelphia es la ciudad en la que mejor se come de la costa este. Y donde también se bebe. Y todo ello gracias al famoso Philadelphia Cheesesteak, un bocadillo con pan blandito, relleno por láminas de ternera súper finas con cebolla picada y queso (provolone) fundido. IMPRESIONANTE. Al menos el que yo me comí. Todos los años hacen un concurso en la ciudad para ver quien sirve el mejor bocata, y yo me fui al sitio que estaba enfrente del ganador hace un par de años (con una cola de muerte). Y acompañando al bocadillo, un vaso de patatas fritas con queso fundido por encima, que estaban de coña. Y aparte el litro de cocacola. Todo costó menos de 10 dólares, algo caro, pero es que me sobró casi un cuarto del bocadillo. Comí tanto que ya no necesité más hasta la noche, cuando me metí en un bar cerca del hostel, y a ritmo de cerveza y una ensalada, coreé los home runs de los Philadelphia Philies (que obvio, verdad) jugándose el pase a las world series. Y es que el año pasado me pasó lo mismo, sólo que en estas fechas estaba en Boston. Tendré que mandar m CV a las distintas ciudades que quieran jugar estos partidos, por que siempre ganan cuando voy a verlas por estas fechas. Con que me paguen el viaje, me conformo. A la mañana siguiente, y después de una noche horrorosa debido a nuevos fichajes en el hostel que roncaban a lo Homer, me encaminé hacia el museo de arte, no con la intención de verlo, sino más bien para acabar de dar el paseo antes de volverme a casa. Por la avenida Benjamin Franklyn Parkway, con sus banderas (estaba la española, mal pensados), de lo más agradable, con el museo Rodin y la biblioteca pública a un lado, llegué hasta el museo, famoso por ser el lugar donde Rocky terminaba sus carreras con los brazos en alto. Y hasta una estatua le han hecho.


Después de esto, intenté seguir un poco más, hacia el Fairmount Park, que aparte de ser un parque al estilo Retiro, tiene como atracción principal una serie de casas de estilo colonial de lo más llamativas. Yo llegué a ver sólo una, hasta que las piernas me dijeron que basta, que ya llevaba 15 días de paliza y uno no tiene ya edad para tanto. Así que me volví a Chinatown, después de desayunar, y me pillé un bus que me dejó en casa a eso de las 2 de la tarde, donde me derrumbé medio muerto hasta el día siguiente. Se acabaron las vacaciones.

Cositas de Washington D.C.

13 de octubre de 2008:

Ahora voy a contar un par de cositas de Washington. La ciudad la fundó, que curioso, el presidente Washington, y su diseño corrió a cargo de un arquitecto francés, Pierre Charles L´Enfant, enterrado por cierto en el cementerio de Arlington. Se trata de una ciudad de medio millón de habitantes, rodeada por Maryland y Virginia, y cuando digo rodeada es por que en cuanto cruzas un puente ya estás fuera del D.C. Resulta que es el único Estado del país que no tiene representante en la cámara de representantes, por lo cual hay un movimiento ciudadano para revertir esta situación, a base de anuncios en la televisión, pancartas, placas, y sobre todo en las matrículas de los coches, en las que reza la siguiente frase: "Taxation without representation". Es decir, que pagan impuestos, como todos, pero no pueden tener a nadie que les represente en el Congreso. Además el alcalde de la ciudad es el único del país que tiene que someter su presupuesto a votación del congreso, con lo que muchas veces se ve afectado por el color político de la cámara.



Esto es lo que teníamos al lado del hotel, una secta como Dios manda...

Esta es la famosa calle de polígano que cruzábamos para llegar al hotel.

Uno de tantos shows raros que vimos por la ciudad, no les hacía caso ni Dios, pero hay estaban dándolo todo...

Sin palabras, y eso que no he sacado los famosos patinetes móviles...

Esto se lo dijeron a Bush el primer día de mandato (por cierto, que ganas tiene la gente de petarle)

National Art Gallery

12 de octubre de 2008:

El último día de Washington, lo dedicamos a visitar la National Art Gallery, el museo más importante del conjunto del Smithsonian. Aparte de las exposiciones de pintores europeos, los mejores los de Holanda, y ente los que se incluyen varios españoles, lo mejor de la galería son sus jardines interiores, con fuentecitas y vegetación. Como llegamos pronto tuvimos la suerte de no sufrir las aglomeraciones de gente a la hora de ver las salas, por lo que pudimos disfrutar no sólo de los cuadros, sino de las explicaciones de los guías del museo, dando charlas acerca de los pintores y su época. Muy interesante.


Por cierto, anda que no mola el efecto óptico de esta escultura en el jardín...

Pero lo que más nos gustó fue el ala este, el edificio dedicado al arte moderno. Si ya en si el edificio es una pasada, las exposiciones son igualmente chulas, destacando obras de Lichtenstein, Pollock, Rothko o Warhol, entre muchos otros. Y encima tiene un pasadizo subterráneo que conecta los dos edificios en el que se encuentra la zona de comidas, y sobre todo una cascada de lo más original.





Después del museo, nos fuimos a comer a un sitio que habíamos fichado el día anterior, y que tenía una pinta brutal. Se trataba de un local puesto en plan elegante, pero con ambientación de tipo jazz años 20 y precios razonables. Para empezar nos pusieron un pan de calabaza casero muy rico, un appetizer de pan de pita con una salsa de alcachofas y espinacas tremendo, y luego yo me pedí un sandwich de pollo con salsa de mostaza a la miel, y Marga una ensalada de no se que, ambos platos impresionantes. La mejor comida del viaje. Sin dudas. Además, el camarero súper atento, rellenando los vasos cuando estaban a la mitad, y contándonos su vida en plan majete. Como las raciones eran demasiado grandes, yo no pude acabar con lo mío, por lo que me llevé la mitad del pan de calabaza, y la mitad del sandwich. Para cenar en Philadelphia.
Para acabar el día, nos fuimos a Dupont Circle, el barrio en el que se encuentran las embajadas y que es la puerta al barrio de Georgetown, donde se encuentra una de las universidades más importantes del país. Marga, que ya no podía con su alma y sólo quería irse a casa, me dejó andar a mi sólo, quedándose ella sentadita en el césped leyendo un libro, y vigilando mi comida, y montando un show con el gel de baño que involucró a una de las mochilas. En cuanto al barrio, de lo mejor del viaje. Para empezar, se trata de un barrio de lo más bonito, con casas bajas y mansiones impresionantes. En alguna de ellas han vivido desde presidentes a potentados, y en la zona alrededor de la universidad, estudiantes adinerados. Las calles principales, como la Avenida Wisconsin o la M (las calles en Washington tienen nombre de letras y de números) están llenas de comercios atestados de gente joven. En cada esquina, te podías encontrar con puestos de promoción de productos (a mi me quisieron dar como 12 latas de pepsi). Fuera de estas avenidas, las calles son muy tranquilas, con un tufillo a pasta que tiraba patrás. Y la universidad, ya era la leche. Dentro del grupo de universidades como las que ya he comentado aquí (Harvard, Columbia), se trata de un campus ajardinado, con un edificio de estilo gótico enorme e impresionante, y un ambiente de vida universitaria increíble, para ser domingo. La gente tirada en los jardines tomando el sol, o paseando por entre los edificios. Una autentica maravilla.


Y luego la historia absurda. Ese día nos volvíamos de Washington hacia NY Marga, y hacia Philadelphia yo. En los autobuses chinos, claro. Yo llevaba la información de los horarios que había sacado de la página web, pero esto es como un mito. Al llegar, a las 5 de la tarde, nos enteramos que el siguiente autobús a Philadelphia era a las 9 de la noche, y que los de NY salían cada hora. Así que Marga me miró, y me dijo que hala, que se piraba a casa, que no podía con su alma, y que me fuera bien por Philadelphia. Pobrecita, vaya paliza le di. Así que ella se fue, y yo me vi sólo, sin saber a donde ir, y con 4 horas por delante. Por cierto, para que veáis como funcionan los chinos. En el autobús de Marga, que se llenó enseguida, se quedaron en tierra dos tipos jóvenes, con el billete sacado por internet. Como el bus estaba ya lleno, les instaron a coger el siguiente. La que se montó. Los tipos dando gritos diciendo que de que servía sacar los billetes por anticipado, si luego entraba el primero que llegaba, y que a ver como les compensaban a ellos por el tiempo que iban a perder esperando al siguiente autobús. Que no sólo les tenían que reembolsar el dinero del billete, sino que además les tenían que compensar. El chino que en ningún momento de la discusión dejó de hablar por el móvil, se descojonaba de lo lindo al oír las pretensiones de los chavales, y les decía que si, que si, pero que cogiesen el siguiente autobús. Otra de las chinas, encima, casi la termina de liar cuando les dijo que al haber perdido el bus que habían reservado plaza, tenían que pagar un suplemento de 2 dólares. Casi salimos ardiendo... El caso es que una vez me hice con mi billete, me fui a hacer lo que cualquier americano hubiese hecho en mi lugar. No, no me fui a ver a las camareras del Hooters, me fui a ver la tele. Hay una pantalla gigante en el exterior del Verizon Center, hogar de los diversos equipos deportivos de la ciudad, con unas escaleras de uno de los museos en el que la gente se sienta como si fuese un salón de casa. Allí, viendo los partidos de fútbol americano, y cargando con la comida-cena, recuerdo, me pase la tarde, hasta que se hizo la hora de ir a Philadelphia. Por cierto, que no hay más fotos por que como no descargué la tarjeta al volver de Puerto Rico, tuve que cortarme a la hora de sacarlas. Quería reservarme unas 70 fotos para Philadelphia, y entre Puerto Rico y Washington, llevaba casi 600...Lo digo por que me hubiese puesto tibio sacando las caras del chino del autobús, o de las camareras del Hooters...