CSS

25 de mayo de 2008:

La última historia que voy a contar de nuestro viaje a la ciudad del viento. Después de rendir tributo al dios del baloncesto, nos dirigimos al aeropuerto para emprender camino de vuelta a casa. Como todos los aeropuertos americanos, el caos reinante nos hizo perder una hora desde que dejamos el coche de alquiler hasta que conseguimos facturar la maleta. Pero lo gracioso sucedió al ir a pasar el control de seguridad. Diréis que esta historia ya la habéis escuchado, y que soy un desgraciado por que siempre me pasan a mi estas cosas, pero esta vez no es así. Yo sólo fui testigo presencial del momento más gracioso que he pasado en un aeropuerto. Después de estar esperando media hora en la cola del control nos llegó, casi, el turno. El menda de delante, un tipo negro bien vestido, joven, con gafitas a lo Spike Lee, enseñó su pasaporte y billete a la que estaba en la puerta controlando, otra mujer negra bastante mona. Algo no le debió de gustar y empezó a discutir con el colega. Al cabo de un minuto, le levantó la cinta y le pidió amablemente que volviese a los mostradores de facturación, pues algo no estaba bien. El menda no quería volver a pasar por aquél infierno (al menos una hora de cola), y siguió discutiendo con ella. La mujer le repitió en voz baja que por favor se marchase, y él se negó. En ese momento, un chillido salió de la boca de la mujer, llamando a los encargados de seguridad del aeropuerto. "CSS!!!!!!, CSS!!!!!", a lo que el pavo, con dos cojones, respondió "CSS!!!!!!, here I am, CSS!!!!!", mientras se descojonaba en la cara de la chica. Durante medio minuto, se hizo el silencio en la cola del control, todo el mundo pendiente de la resolución de la situación. La tensión se podía cortar con un cuchillo, pues todos éramos conscientes de que en este país la seguridad no se discute. Pasó otro medio minuto, y allí no aparecía nadie. La mujer que se empezaba a poner nerviosa, volvió a llamar a los de seguridad, y el negro, que veía que no pasaba nada, se sentía cada vez más seguro de si mismo, y seguía vacilándola, llamando él mismo a los de seguridad y sin dejar de decir que esto era ridículo. En ese momento, se volvió a hacer el silencio en la sala. Por entre uno de los detectores de metales apareció un negro tamaño Shaquille O´Neal, que me sacaba más de una cabeza, y debía de pesar unos 250 kilos, con uniforme de segurata y cara de desayunar bebés por las mañanas. Lo mejor fue la puesta en escena, me recordó un poco a la película de "El sargento de hierro", de Clint Eastwood, cuando los macarrillas reclutas le sacan al sueco para que le de una paliza. No exagero si digo que sólo faltaba una música tipo "ya están aquí los elefantes". Obviamente, el resultado en la vida real no fue el mismo de la película. El caso es que todos los allí presentes nos esperábamos una buena paliza, o una detención espectacular, al más puro estilo americano, pero no. El negrazo, con la voz muy baja, le pidió amablemente al menda que se fuese por donde había venido y que hiciese caso a las indicaciones de la señorita. Con la mayor agachada de cabeza que he visto en mi vida, no tuvo más remedio que irse por donde había venido. Al menos se fue de una pieza. Marga y yo que habíamos asistido al show desde primera fila nos quedamos un poco parados, pensando que éramos los siguientes en hablar con la de seguridad. Como si no hubiese pasado nada, nos saludó con una inmensa y hermosa sonrisa, nos miró los pasaportes y billetes, y nos deseó, con una voz súper dulce, el mejor de los viajes. No se me olvida aún la imagen del negro herido en su orgullo volviendo a la cola, ni del negrazo tranquilo que escenificó perfectamente aquello de "yo soy la ley, y se hace lo que yo digo. Más te vale no ponerte tonto".

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