Death Valley (2)

22 de marzo de 2009:

El segundo día en el Death Valley comenzó muy temprano, demasiado para mi gusto. A las 5 de la mañana sonaba el despertador y como zombies nos levantamos para ir a ver amanecer a la zona de dunas que ya vimos el día anterior.

La ventaja de estar en el desierto era que a pesar de la hora intespestiva no hacía nada de frío, así que al menos no se estaba mal a la intemperie. Una vez más, al llegar nos encontramos can varios fotógrafos "profesionales", trípode en mano y apostados allí desde hacía un buen rato, seguro. El sunrise empezó bien, se veía perfectamente como iban cambiando los colores del cielo, las montañas y de las dunas a medida que salía el sol, pero poco a poco se fue nublando, por lo que no pudimos ver bien el evento. Algo si que vimos.








Después de un rato nos volvimos al hotel a desayunar (cayeron unas tortitas con huevos y salchichas que estaban de coña), y de ahí nos fuimos a explorar el resto del parque. Empezamos yendo al Titus Canyon, un cañón que puede recorrerse en coche gracias a una pista más o menos practicable de unas 25 millas. Sólo un problema. Por muy practicable que fuera la pista se necesitaba un 4x4 para conducir por ella, y nosotros no teníamos más que una minivan (enorme, eso sí) que ni de coña (palabras textuales de un ranger) iba a pasar por el cañón. Así que nos tuvimos que conformar con recorrer a pie un tramo del mismo. Dejamos el coche en un parking a la salida del recorrido, y empezamos a andar (no eran más que las 8 y pico de la mañana). Como el día anterior, las vistas desde dentro del cañón eran impresionantes, pues a pesar de que el camino era más amplio (entraba un coche por él), las paredes eran altísimas y escarpadas.




Anduvimos por el cañón durante una hora y media, más o menos, y nos cruzamos con algunas personas, no muchas, y un coche cuyo ocupante iba grabando el trayecto por la ventana del techo. Parecía como los del coche de Google street view (por cierto, que el Death Valley está fotografiado, así que si alguien quiere verlo, ya sabe). Lo malo de tener que ir andando es que no pudimos ver varios de los puntos interesantes del camino, como por ejemplo un pueblo fantasma, petroglíficos o animales varios.

Al cabo de un rato, nos volvimos a subir en el coche y nos dirigimos a la parte del parque cuyo centro neurálgico es Furnace Creek. Por una carretera a nivel del mar de sal, fuimos parando en los distintos puntos de interés. Al poco de pasar por el Salt Creek que ya vimos la noche anterior, nos paramos para adentrarnos en el mar de sal. Me pareció un lugar alucinante, ya que no se veía donde acababa la sal. Además las formas de las rocas, con los granos de sal cristalizados, formaban figuras de lo más llamativas provocando el entusiasmo de los fotógrafos y turistas.





Un poco más adelante nos encontramos con Harmony Borax Trail, una antigua instalación minera abandonada, que utilizan para explicar las actividades desarrolladas aquí el siglo pasado. La verdad es que conservar, lo que se dice conservar, poco. Sólo una máquina locomotora remozada (aunque no se usara, pues el mineral se transportaba con carros tirados por mulas hasta la estación de tren más próxima, a unos 100 kilómetros), y unos edificios en ruinas donde se ubicaban las distintas máquinas usadas para procesar el producto. A mi lo que más me gustó fueron las montañas de borax que había justo al lado, ya que tenían unos colores amarillos muy chulos.


Seguimos camino y llegamos a Furnace Creek. Este es el centro neurálgico del parque y donde se encuentran todos los servicios. Desde hoteles, tiendas, restaurantes, y hasta un campo de golf (con palmeras y todo). Esto no me gustó nada, pues era completamente antinatura. Aprovechamos para ir a comprar unos sandwiches para comer, y seguimos hacía lo que iba a ser la mejor vista del día, Dante´s View. Por una carretera sinuosa, y muy empinada, nos subimos hasta el punto más alto del parque, a unos 1700 metros sobre el nivel del mar. Fue como subir Covadonga, no solo por la pendiente de las cuestas, sino por la cantidad de ciclistas que tuvimos que esquivar. Al llegar, flipamos.


Desde aquí arriba se podía ver todo el valle, como se extendía el mar de sal por él, y las distintas montañas que lo rodeaban. Hacía mucho viento, por lo que era complicado asomarse por el borde del precipicio. Sin embargo, mi tío JR y yo nos aventuramos por un caminito estrecho que unía el parking con varios picos y que se adentraba en el valle. Allí pudimos echar un vistazo más amplio del parque. Y no paramos de hacer fotos. Fue un momento alucinante, pues aunque luchábamos por mantenernos de pie contra el viento, no podíamos dejar de mirar y tomar fotos. Uno de los lugares más impresionantes en los que he estado y que sin duda me costará olvidar. Allí arriba coincidimos con una pareja que se desplazaba por el parque en tándem, y que amablemente nos hizo unas fotos. Nos dio pena irnos.




La siguiente parada fue Zabrisky point, en donde aprovechamos para comer, y en donde nos empezamos a volver locos. Este fue uno de los lugares que más me gustaron, ya que el color amarillo de las montañas, borax, y las formas de las rocas eran de lo más llamativo. Más fotos...




Al terminar, nos fuimos a ver el Golden Canyon, que atravesaba las montañas que habíamos visto desde el punto anterior. En un momento dado, me dio por salirme del camino marcado, y me adentré por un pequeño cañón que se abría a uno de los lados. Este era un cañón estrecho, escarpado y empinado, pero con unas vistas tremendas. La aventura de cabra mereció la pena.

He de decir que si bien el día anterior no nos encontramos con mucha gente, en esta ocasión si que notamos la afluencia de turistas. Especialmente en este lugar. Supongo que sería por la cercanía de Furnace Creek. Aún así, no tuvimos ningún tipo de agobio, ni siquiera de tráfico, ya que prácticamente íbamos solos por las carreteras del parque. Seguimos camino y la siguiente parada fue el Natural Bridge, un cañón más, cuya particularidad estribaba en un puente creado a partir de la erosión de la roca. Este es uno de los lugares más conocidos y visitados del parque. Y con razón, ya que aunque el cañón es otro más, el puente excavado era impresionante.


En un momento dado, y ya que las fuerzas escaseaban, mis tíos se quedaron descansando y yo me aventuré a llegar al final del cañón. Pasé por delante de una zona súper rara, ya que era como si hubieran extraído la roca de un molde. Supongo que se formaría a partir de un torrente que caería en ese punto concreto (bueno, había un par de moldes de estos).
Más adelante me encontré con un par de cascadas naturales (formadas de roca, claro). Escalé una de ellas para seguir adelante por un tramo más sinuoso y estrecho. Allí me encontré con esta roca caída formando un pequeño pasaje (más bajo de lo que parece), y que daba paso al tramo final del cañón. Allí me encontré con una última cascada, pero esta ya no la subí. Eso sí, aproveché para hacerme unas fotillos con el automático.





Siguiente parada, Badwater, el punto más bajo del parque (88 metros bajo el nivel del mar), y no se si el más bajo de Norteamérica. Esto no lo tengo claro... Se encontraba justo debajo del Dante´s View, y era una entrada al mar de sal. Nos hicimos fotos con el cartelito que indicaba lo profundo que estábamos, nos dimos un paseo por la sal, echamos mil fotos, y nos volvimos para el coche. De lo más curioso me pareció el hecho de que en la montaña que se encontraba justa enfrente, los responsables del parque se habían subido escalando hasta llegar a una altura de 88 metros para poner, en ese mismo lugar, un cartelito marcando el nivel del mar. Puede parecer una chorrada, pero la ruta de escalada no estaba tan clara.




A la vuelta paramos en un lugar llamado, y no es coña, Devils golf course, o sea, el campo de golf del Diablo. Se llama así por que en la zona de sal existen un montón de agujeros asemejando a los hoyos, pero al ser tan irregulares, tener los bordes tan irregulares, y encontrarse en donde se encuentra. Existen carteles que avisan del riesgo de entrar y andar por allí, ya que en caso de caída la rotura de huesos parece ser que es bastante probable. Aún así no hacía falta adentrarse para disfrutar de la vista. El sitio era increíble y las fotos que sacamos muy chulas.





Para acabar las excursiones, nos metimos por Artist Palette, un camino de unas 10 millas que se recorre en coche y que pasa por debajo de unas montañas con un montón de colores, de ahí su nombre de paleta del artista. La pena es que el día se nos había alargado un poco, por lo que llegamos cuando ya había caído el sol. No pudimos ver bien los colores, pero si el final del atardecer. Además me di el gustazo de conducir, ya a oscuras, por el camino que transcurría entre paredes de roca inmensas y con curvas brutales.


Así pasamos el segundo día en el Death Valley. Nos quedaron algunos sitios que visitar, como por ejemplo el Ubehebe Crater, un cráter volcánico en el que te puedes meter andando, o las rocas en movimiento. Esto se trata de unas rocas que se mueven con el viento, dejando un rastro sobre el terreno. Lo espectacular es que parece que esta hecho por un tipo que empuja la roca tipo jardín japonés, pero es el viento quien las desplaza. Pongo un par de fotillos descargadas de la red, para que lo veáis.


Al día siguiente, nos levantamos prontito, no tanto como el día anterior, y nos fuimos camino de Las Vegas por un camino distinto del que utilizamos para llegar al Death Valley. Parada en Soshone, para desayunar a saco en un restaurante muy curioso, y conducción por una carretera que daba miedo, por lo solitario del lugar y el entorno. Además se llamaba algo así como the Spanish road. El desierto se encontraba a ambos lados, una vez más, y de vez en cuando, en medio de la nada, se podían ver caravanas formando una pequeña ciudad/comunidad. Tenían caminos de tierra que salían de la carretera principal, con los nombres de las "calles" clavados en postes de madera. De coña de verdad. Al llegar a NY casi nos da algo, por que de levantarnos con casi 30º, nos encontramos de repente con 10 cm. de nieve en las aceras, y un frío de tres pares. No hace falta decir que necesité un día para recuperarme del viaje, ya que entre madrugones y caminatas acabamos exhaustos. Pero desde luego mereció la pena, ya que todo lo que vimos nos encantó. La próxima desde Senegal, y luego ya veremos que más visitamos en los States.