9 de junio de 2008:
Anoche estuve en el fútbol, como el nombre de la entrada bien indica (siempre y cuando el lector sea un acérrimo de aquél emblemático grupo del barrio de Hortaleza llamado Los Porretas). El partido enfrentaba a las selecciones nacionales de Estados Unidos y Argentina. Fundamentalmente, quería quitarme un poco el mono de no haber ido a un partido de fútbol durante un par de años, pero además la presencia del Kun y de Maxi me harían recordar un poco de la esencia rojiblanca que tanto he echado de menos últimamente. Sobre todo, tenía ganas de ver al DJ. Como escolta llevaba a Phil y a Camilo, dos de los cracks que conocemos por aquí y que tan bien nos tratan. Y encima acompañan a la hora de beber, así que mejor compañía, imposible. El partido se disputaba en el estadio de los Giants, en New Jersey, al lado del pabellón IZOD center, donde ya estuve viendo un partido de la NBA. Los autobuses salían de Port Authority, y el ambiente, dos horas antes del partido, era espectacular. Cientos de camisetas y banderas argentinas abarrotaban la terminal de autobuses, y el español era el idioma mayoritario en el lugar. La gente mostraba sobre todo mucha ilusión por poder ver a sus ídolos, aquí en el exilio. La afición local, aunque en menor número, también se dejaba ver, aunque sin montar ningún escándalo. Al llegar al estadio, me acordé de las tardes de domingo en Madrid, cuando llegaba al Calderón. Las inmediaciones repletas de gente, los parkings llenos de coches y grupos de personas celebrando una fiesta tremenda a base de barbacoas, cervezas y partidos de fútbol. Y jaleo, mucho jaleo. Los argentinos nunca se han destacado por ser una afición especialmente tranquila, y en esta ocasión no iba a ser una excepción.


El estadio era enorme, con una capacidad de 80.000 espectadores (se llenó, por cierto). A pesar de tener menos de 20 años, a su lado ya están construyendo otro estadio nuevo, cuya única finalidad es la de proporcionar más asientos VIP de los que pueden ofrecer en la actualidad. Llegamos al campo como una hora antes del kick off, y hacía un calor de tres pares de narices. Yo llegué completamente empapado en sudor a nuestros asientos, y eso que no tuvimos que andar demasiado. Ernesto puede dar fe del calor que está haciendo en la Big Apple estos días. Así que no tuvimos más remedio que tirarnos al bar y empezar a beber cervecita fresca. Lo mejor de los americanos es que beban lo que beban, en un terreno deportivo no se vuelven locos, así que les dejan beber alcohol. Y nosotros bien que lo aprovechamos, claro. Secuencia de como se fue llenando el estadio:
Ahora la sorpresa. Ya había contado que en los eventos deportivos los americanos eran como muy fríos, sin cantar ni increpar, ni nada. Únicamente se dedicaban a ver el partido, a beber y a comer. Pues bien, parece ser que a la hora de ir al fútbol han adoptado perfectamente la idiosincrasia del espectador europeo, y se tiran más por el lado del show y el cántico. Hasta insultan cuando saca el portero rival. Nuestras entradas (fantásticas, dicho sea de paso), estaban justo encima del grupo de seguidores americanos que llevaban la voz cantante a la hora de arengar a sus jugadores. Su nombre oficial, al más puro estilo grupo de Ultras, la Uncle Sam´s Army. Eso sí, sin meterse con nadie, bueno, sólo con el portero rival, ya... Resulta que esta banda se tiró absolutamente todo el partido cantando y vociferando, cuales tiffosi profesionales. Y como gritaban más que nadie, durante la mayor parte del encuentro apenas se pudo oír a los cerca de 40.000 argentinos (a ojo, y más o menos) que allí se habían citado. Ver para creer.

El partido fue malo futbolísticamente hablando (Argentina se dedicó a tocarse los huevos, ni Messi, ni Agüero hicieron nada interesante, y los americanos eran bastante malillos), pero increíble como espectáculo deportivo por la atmósfera y el ambiente que proyectaban las aficiones. Ya he contado anteriormente en el blog que al principio de cada evento se canta el himno nacional, y obviamente, en esta ocasión, no iba a cambiar el guión. Lo que si que cambió fue la euforia. Primero va el himno argentino (curiosamente, apenas se oye a la gente cantarlo o tararearlo), pero después va el americano, y reconozco que se me pusieron los pelos de punta. En este partido jugaban los Estados Unidos, y eso no es lo mismo que cuando juegan los Knicks o los Nets, así que la gente lo dio todo. Y de verdad.
Durante la primera parte Argentina se dedicó a tocar y a tocar el balón, mientras US corrían detrás e intentaban salir a la contra cuando podían. Cruz tuvo tres mano a mano con el portero americano, pero en todas las ocasiones la tiró fatal. Así que al descanso 0-0 y los americanos tan contentos de no ir perdiendo. De hecho, en la reanudación se crecieron, al ver que los argentinos ya no atacaban tanto y se dedicaban a vaguear en el centro del campo (que malo es Gago señores). Hasta tuvieron un par de ocasiones muy claras, cabezazo a la madera incluido, que pudo haber inclinado la balanza de su lado. Pero en este país el fútbol no puede avanzar si los árbitros que tienen son tan malos como el de anoche. Ya se que es clasista, pero lo repito. Si quieres tener una buena liga, tráete a jugadores sudamericanos brasileños, argentinos, mejicanos o colombianos, pero no te traigas a jugadores guatelmatecos, costaricenses, o panameños, por que no valen para nada. Un ejemplo. El preparador de porteros de los US era sudamericano, supongo que de centroamérica, por la pinta que tenía. A la hora del entrenamiento, fue incapaz de tirarle bien la pelota al portero ni una sola vez. Todas a la grada, o al revés de como se las pedía el portero. Era ridículo verlo. A la hora de tirar a portería, eso si, las clavaba todas en la escuadra, pero claro, daba la sensación de que se le olvidaba que estaba allí para tirárselas al portero, no para lucirse personalmente. Vuelvo al árbitro. El partido era amistoso, y a pesar de jugar Argentina y de que los americanos eran puro músculo y fuerza, no se dieron ni una patada. Pues hubo dos expulsados. Primero el americano, a mediados del segundo tiempo, cuando más apretaban, y luego un argentino (Mascherano) cuando quedaban 5 minutos. En ese momento la gente se vino totalmente arriba y empujó a ver si su equipo conseguía el gol de la victoria. Estuvo cerca, pero no llegó. Yo pensaba que les iban a meter 8, pero al final acabé gritando como el que más para que marcasen los americanos (que D10s me perdone...). Y por si la épica era poca, se rompió el cielo y empezó a llover a saco. La típica tormenta de verano, que refrescó el ambiente, pero no hizo mella en la afición que gritó con más fuerza si cabe. Yo no hacía más que pensar "Euforiaaaaaaaaaaa!!!!!!!!", completamente calado hasta los huesos, pero anestesiado por la adrenalina y la cerveza. Por un momento, de cuanto gritaba la gente de ¡¡USA!! ¡¡USA!! me dio la sensación de que si llegan a marcar se cae el estadio.
Yo no se si es que hacía tiempo que no iba al fútbol, pero me recordó a las buenas tardes del Calderón con la gente entregada y cegada. Gran partido, finalmente...Lo peor fue a la salida, que tuvimos que esperar una cola de más de una hora para poder coger el autobús de vuelta a NY. Al menos ya no llovía. Eso sí, la gente seguía con la euforia del momento.
Por cierto, el miércoles estuvimos en casa haciendo una barbacoa en el tejado de nuestro edificio. En esta ocasión, voy a dejar que Ernesto describa la noche, al ser quién más fotos y vídeos tomó, y tratarse de un special guest. De hecho, estaría genial que la gente que viene a vernos, a nosotros primero, y a la ciudad de paso, escriba sus experiencias en NY en este blog. Así el libro estará más completito y será más divertido (ya me se yo quién se va a apuntar al tema).