Euforia (y posterior resaca) TOTAL

23 de junio de 2008:

Si, ya se que no hemos ganado nada de nada todavía, que sólo hemos pasado a semifinales de la Eurocopa, y que a lo mejor después de ganar a Italia nos la pegamos con los rusos. Pero da lo mismo. Disfrutemos del momento, que ya vendrán otras euforias.

A pesar de vivir los días previos con total pesimismo, supongo que como la mayoría del país, el día del partido me levanté algo nervioso, con esa inquietud que te impide estar más de un minuto parado, como consecuencia del inevitable pensamiento repentino de "¿Y si ganan esta vez??". La lectura era un ejercicio imposible, la música me desquiciaba, y sólo de ver a la gente corriendo por la calle ajena a mi sufrimiento, me desesperaba profundamente. Marga, la pobre, que ya las ha pasado de todos los colores con el atleti, me miraba y sonreía, sin decir nada. Así que yo sólo deseaba que pasara el tiempo y que comenzara el partido. De primeras tenía pensado verlo en casa sólo, por aquello de la tensión, pero se me ocurrió llamar a Phil y este me comentó de quedar para verlo juntos. Bueno, al menos nos tomamos una cerveza y alguien se podrá apiadar de mi en caso de derrota. Dicho y hecho, tiramos para un irlandés al lado de mi casa, junto con Beck y Marga. Nada más entrar, me di cuenta que no estaba en casa, pues sólo veía camisetas italianas. Me llamó la atención la serenidad con la que vivían el momento, súper tranquilos, como si se dispusieran a ver un amistoso, o algo así. Yo por el contrario, entré totalmente desquiciado de los nervios, y pidiendo cerveza a gritos. Al principio, nuestros amigos se asombraban de verme tan tenso, hablándole a la televisión, dibujando las jugadas que hubiesen logrado perforar la portería azurra, y moviéndome de un lado a otro, sin poder sentarme ni un solo momento. Luego, con el paso de los minutos, y de las cervezas (y whiskeys, y...) se vinieron arriba y acabaron dando gritos de ánimo y saltando a cada ocasión. Phil era un español más, sufrió casi tanto como yo, y Beck se lamentaba profundamente de no haberse puesto maquillaje con los colores nacionales. Después de la tanda de penaltys, que gritamos como si nos jugásemos la vida, me sentí tan cansado que no me lo podía creer. Lo único que se me ocurrió fue llamar a mi hermano en Ceuta, para celebrarlo con lágrimas en los ojos. La grande Italia había sucumbido, el bar se vaciaba de gente, y los últimos italianos que quedaban, al darse cuenta de que éramos españoles, levantaban sus cervezas como símbolo de reconocimiento, pero también con la mirada de quien sabe que ya ha ganado 4 mundiales, y que España no ha hecho más que pasar a semifinales. Aún así me gustó. Y además, para recuperar las fuerzas, nos metimos una ronda de tequilas tamaño king size. Para ponernos calentitos, más que nada. Normal que a la salida del bar, ni la lluvia mojase.
Para acabar la tarde, bueno y la noche, que al final nos acostamos a eso de la 1 (el partido empezó a las 3) nos fuimos todos a casa, a la azotea, a seguir bebiendo, comiendo y charlando, sobre todo bebiendo. Vino español, eso sí (un par de albariños y un riberita), y una botellita de Jameson, por aquello de las raíces irlandesas de Beck. El atardecer nos acompañó durante toda la velada, junto con la euforia. Hasta Marga se vino arriba y acabó igual de borracha que todos los demás. Ella sólo necesito un par de tequilas.

Lo más divertido fue que Beck, al escucharme gritar improperios a granel durante el partido, quiso aprenderlos para cuando vaya a España, así que nos tuvo a Marga y a mi enseñándole a insultar. El resultado, tremendo documento...

La resaca del día de hoy ha sido espectacular. Menos mal que tenía clase por la tarde y que he podido dormir varias horas. Ahí estaba yo feliz, en el autobús, después de comer, fresquito gracias al aire acondicionado, y relajado por la ausencia de otros viajeros. Una parada me duró la paz. Al detenerse el bus por primera vez, una horda de críos de unos 8-9 años, por lo menos 30, nos han invadido al más puro estilo Hunos. Ahora se lo que sentía la gente cuando Atila aparecía por su pueblo. Durante 15 minutos, de los más largos de toda mi vida, he tenido que soportar a toda una clase de prepúberes berreando, moviéndose de un lado a otro, y con ganas de juerga. Por un momento me he acordado de Michael Douglas en su gran papel de Día de Furia. Sólo me faltaba el fusil, pero creo que con el globo que llevaba encima hubiese preferido dirigirlo hacia mi propia cabeza que hacia cabeza ajena. Mis chacras han aguantado bien y la clase ha ido bastante bien. Pero la tarde me deparaba otra sorpresa. Training class, a última hora, con otros entrenadores en las oficinas de la empresa. Bien. Se trataba, más que nada, de hacer el ridículo delante de adultos que además te puntuaban y te corregían. Y yo, con resaca, hambre, y ganas de morirme en cualquier esquina. Reconozco cierta utilidad a la hora de aplicar nuevos juegos con los niños, pero así en frío, sin alcohol de por medio, ponerte a hacer el capullo delante de tus jefes, pues como que no me sale. Así que he llegado a la conclusión de que no voy ascender en la vida, lo sé, así que me quedaré en el nivel más básico de coach (además estuve discutiendo el otro día con el tipo que hace las evaluaciones, por que decía que no hacía suficientes payasadas...).

Mañana por la tarde a Central Park a ver a la Filarmónica. Si no llueve, ya os contaré que tal.

2 comentarios:

conde-duque dijo...

Fue muy grande... A mí también se me saltaron las lágrimas.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Josera...

quien nos iba a decir que ibamos a ver a España pasar de cuartos? y encima sin Raul... que fuerte...

me alegro que esteis bien, el jueves nos escribimos

un abrazo