Gran Canyon National Park

12 de marzo de 2009:

Dicen que este es el parque natural más espectacular del país. Dicen que quien viene al Canyon no puede dejar de sentirse a la vez maravillado y empequeñecido por la grandiosidad de la naturaleza. Dicen que una vez allí, el tiempo se detiene mientras miras como el sol se pone (o sale, según la naturaleza de cada uno) y que se tiene la sensación de ser testigo de algo único, inigualable por más que el sol se ponga (o salga) cada día. Dicen...Yo he estado allí. Y puedo decir que sí, que no está mal...


Para empezar contaré que el Parque del Gran Canyon es tan grande que tiene varios puntos de acceso, cada uno con sus atracciones y puntos de interés. Debe su nombre al río que ha erosionado sus paredes desde hace millones de años, el río Colorado, cuyo punto "final" es la Hoover Dam, límite de los estados de Nevada y Arizona, y de la que ya hablaré otro día. Fue Tiene, el Cañón, una profundidad máxima de casi 1 milla, o sea, 1,6 kilómetros, y una longitud de más de 300 kilómetros, lo cual da una ligera impresión de las dimensiones de las que hablamos. Y entre un extremo y otro, hablamos de una distancia, máxima, repito, de unos 16 kilómetros. O sea que impresionante, lo es un rato...


La zona más turística de todas (el parque recibe de media unos 5 millones de visitantes a lo largo del año) es el South Rim, que es donde obviamente fuimos nosotros. Allí se encuentra una mini ciudad estilo campero en la que se puede encontrar desde una gasolinera, a varios hoteles, pasando por supermercados, una estación de tren y tiendas de recuerdos. Eso sí, todo muy bien integrado en el paisaje y en el entorno. Estaba un poco asustado por varias cosas. La primera, la cantidad de gente que nos podíamos encontrar. En la temporada alta, que suele ser la primavera (en verano hace tanto calor que la gente no acude tan en masa), me comentaban que las reservas de los hoteles (habrá como 5 o 6 hoteles en la zona sur, pequeños eso sí) se acaban con un año de antelación. Así que ese era mi primer temor, encontrarme en medio de la naturaleza con miles de personas a la vez. Menos mal que se me ocurrió reservar en temporada baja, y sólo estábamos en el parque los que nos alojábamos en los hoteles (ya digo que eran pequeños, y no había problemas de aglomeraciones en los caminos, miradores o carreteras). Una a favor. El otro temor era a la civilización. Marga me comentó que las cataratas del Niagara eran como un Disneyworld cutre, con mil hoteles estropeando el paisaje y las vistas. Y temía encontrar algo parecido, pues los hoteles están en el borde del Cañón. Pues no. Los hoteles no tenían más de 2 pisos, estaban completamente rodeados de bosque y apenas se veían desde los caminos, gracias en parte a los materiales y colores de que estaban hechos. Un diez a la integración paisajística. Nada que ver con las atrocidades que se pueden ver en la sierra de Madrid o la costa Levantina, o... Las carreteras también estaban escondidas por el bosque, por lo que a pesar de encontrarse a escasos metros del borde, no se apreciaba en absoluto.





Y la convivencia de la naturaleza con el hombre: sólo diré que nada más aparcar el coche en la puerta de nuestro hotel, nos encontramos a una manada de ciervos, unos 6 o 7, de buen tamaño, pastando en el bosque a unos 2 metros de nosotros. A la mañana siguiente, al bajar a desayunar, los volvimos a ver cruzando por delante de las habitaciones, tan tranquilos, por entre los coches. Y a la mañana siguiente nos encontramos otra manada, esta vez de alces, cruzando a través de las vías del tren. Así que lo llevaban muy bien. Se podían ver cuervos, especialmente grandes y negros, cóndores, y otros pájaros de gran tamaño.

Nuestro hotel se llamaba Maswik Lodge, y era uno de los pocos que no daba al Cañón (era el más barato, claro), pero era muy chulo. Tenía varias zonas de habitaciones, tipo motel, y era de lo más tranquilo. A mi me tocó dormir con mi madre, pues ya sabéis que Marga al final no pudo participar de este viaje por motivos laborales. Y mis dos tíos, en otra habitación. Por cierto, nada caras, para lo que me esperaba. Menos de 100 dólares la noche la habitación doble.

Llegamos al hotel a las 12 de la noche, o así, después de un viaje algo infernal de más de 6 horas desde Las Vegas, bueno, y otras 6 en avión desde NY. Así que cogimos la cama con gusto. A la mañana siguiente, nos levantamos temprano (entre su jet lag de 8 horas de diferencia y mi madre, despierta desde las 5 que claro, no me dejó dormir tranquilo), y después de pegarnos un desayuno de tres pares (hemos comido como bestias, cuando nos han dejado), nos encaminamos a hacer la primera actividad. Decidimos hacer una ruta a pie, por el borde del Cañón, de 12 kilómetros de longitud, y que va desde el Village (así se llamaba al complejo turístico) hasta el Hermit Point. Al lado transcurre una carretera por la que pueden circular los coches una parte del año, cuando no hay servicio de rutas gratuitas y que van haciendo paradas para admirar el Cañón desde múltiples miradores. La ruta empezaba el día 1 de marzo, nosotros la hicimos el 28 de febrero, así que para no andar 24 Km decidimos separarnos. Dos irían en coche hasta el final del camino, y dos empezarían desde el inicio. A mitad de camino nos cruzaríamos, cambiaríamos las llaves del coche, y nos volveríamos a ver al acabar. Una buena idea que aquellos que hayan hecho la Ruta del Cares, entre otras, ya saben. Así pues, a las 9 de la mañana, con un sol fabuloso, y nada de frío (siempre y cuando no soplara el viento), pudimos ver por primera vez el famoso Cañón del Colorado. No miento si digo que durante un minuto no pude articular palabra, ni pestañear. Lo que veía delante de mi era una cosa impresionante. Un barranco inmenso, con las capas de materiales superponiéndose las unas sobre las otras como si lo hubieran hecho aposta, de distintos colores (unas más oscuras, las superiores, con la materia orgánica, otras más claras, y según se iba haciendo el cañón más profundo, de color rojizo) y unas formas súper raras y espectaculares. Se veía perfectamente, como en un libro de texto, el trabajo del agua sobre las rocas. Lo impresionante es por lo grandioso del lugar. Ves la otra punta del Cañón, el North Rim que llaman allá a lo lejos, y te parece imposible llegar hasta allí (de hecho, los que descubrieron este lugar, unos españoles comandados por un tal Coronado fueron incapaces de llegar hasta el río) y no digo nada si te da por mirar hacia alguno de los lados este/oeste, por que entonces no ves el final del Cañón. Un espectáculo brutal. Así que nos pusimos a andar y a hacer fotos. No se cuantas hice, sólo repetiré que en total, en 5 días de viaje, han caído más de 1000 fotos y vídeos. Es lo que tienen las cámaras digitales...





Nada más empezar nos encontramos con el sendero llamado Bright Angel Trail, que es el más concurrido si lo que se quiere es descender a lo más profundo del Cañón. La bajada tiene pinta de hacerse deprisa, pero la subida...En general desaconsejan vivamente no intentar llegar al río y volver al hotel en un día. Hay que tener en cuenta que en este lugar, tan turístico, tan bien acondicionado, y tan bien preparado, mueren al cabo del año unas 35 personas por diversos motivos, entre los que se encuentran las caídas al vacío, las deshidrataciones, el agotamiento, el ahogamiento en el río (hay una excursión, de 6 días, que recorre el Cañón por el río en plan rafting, que tiene una pinta inmejorable, aunque hay que pagar un pastón y reservar con un par de años de antelación) y las picaduras de serpientes, tarántulas, escorpiones y otros animalitos como los pumas o los coyotes (estos no pican, directamente te dejan seco). En verano, te dicen que ni se te ocurra bajar mucho más allá del primer punto de retorno (así llaman ellos a los 2 refugios que se encuentran en este camino).


Fuimos pasando por los distintos miradores que abrían el paisaje ante nosotros, disfrutando de las vistas únicas que brindaban. Los que más me gustaron fueron los miradores de Hopi Point y Pima Point, desde el que está grabado el vídeo.



Me llamó la atención que el camino transcurría completamente pegado al borde del precipicio, dando en algunos lugares una sensación de vértigo impropia de un lugar tan turístico. Como aún era invierno se podían ver en algunas zonas los restos de la última nevada, y el camino no era una excepción. Así algunas zonas presentaban un aspecto un tanto delicado para pasar por el. En un momento dado mi madre se dio la vuelta, al grito de "yo por aquí no paso", ya que un resbalón te llevaba al río en menos de 1 minuto...

En un punto del trail llamado The Abyss (ya os supondréis por qué) nos cruzamos con mis tíos bueno, con uno de ellos, ya que el otro se había quedado atrás haciendo fotos y vídeos. Apareció al rato en buen estado y la cámara cargada. Desayunamos, nos dieron las llaves del coche, y seguimos camino.


Al cabo de un par de horas llegamos al final del camino, con un refugio llamado Hermitt Rest, cabañita india con una chimenea frente a la cual te puedes sentar mientras descansas mirando la artesanía típica nativa, o sea, india de los indios de los de las plumas y las flechas. Allí aprovechamos para comprar un par de recuerdos en forma de libros, camisetas y algún colgante. Lo mejor eran las letrinas, unos bloques prefabricados bastante grandes, con un agujero en el suelo por el que entrabas perfectamente. Algún niño se les ha caído seguro...


Al volver recogimos a mis tíos en el punto en el que nos separamos por la mañana y todos juntos nos fuimos a comer. Decidimos ir en plan rápido al supermercado a por unos sandwiches. Aquí empezó el calvario de mio tío JR con el atún. Al ser vegetariano, no podía comer otra cosa, pues el resto de los sandwiches tenían carne por todas partes. No sabía el pobre que no iba a comer otra cosa durante el resto del viaje...




Por la tarde, agarramos el coche y nos fuimos a recorrer el Desert View Road, algo parecido a Hermit Trail, solo que mucho más largo (se hacía en coche al ser unas 25 millas solo ida) y en dirección este. Volvimos a parar en diversos miradores, aunque no todos ya que nuestro objetivo era llegar a Lipan point, recomendado para ver atardecer. Si bien llegamos a la conclusión de que los mejores atardeceres deben ocurrir durante los meses de verano, por ponerse el sol justo por el medio del Cañón, la verdad es que fue muy bonito. A parte de alguna foto, grabé el atardecer con música de fondo de Eric Burdon, y su versión de "The house of the raising sun" (ya, ya se que esto era un sunset, pero no había más en la radio)

Para acabar esta primera jornada, nos metimos en el bar del hotel, un saloon de los de toda la vida, con mesitas, billar, luminosos, y música country a todo trapo. Y una advertencia: prohibido pasar con armas de fuego. Eso si, si disparas desde la puerta, no pasa nada.

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