15 de abril de 2008:
Y ahora llega la historia surrealista del mes, aunque yo diría que es de lo más absurdo que he vivido últimamente. Lo más absurdo siempre habrá pasado en el Calderón. El domingo por la tarde, me fui a acompañar a mis padres al aeropuerto, no fuera a ser que se les anulase el vuelo y no supiesen ni donde ni a quién pegarle cuatro gritos. Después de tardar más de una hora desde mi casa en taxi, debido a un atasco monumental, le dejé en la zona de control de seguridad sin ningún tipo de incidencia. Como había atasco, decidí que era mejor volverme a casita en metro, a pesar de tratarse de un trayecto de más de una hora y media. Pero llevaba un libro, llevaba el i-pod, y no me apetecía nada meterme en un coche para estar parado en medio de una autopista. Así que me fui hacia el air-train, coqueto monorraíl que rodea el aeropuerto JFK. Para empezar, me equivoqué al ir hacia él, ya que en vez de subir, bajé unas escaleras, delante de las cuales se apostaban dos soldados de guardia con pinta de mala leche y metralleta al hombro. Si al bajar las escaleras y pasar frente a ellos me miraron con cara de curiosidad, al volver a pasar delante de ellos al subir ya se mosquearon un poco más. Supongo que el hecho de ir mascullando por mi error ayudó un poco. Al llegar a la estación del tren, me doy cuenta que no hay ni una puta indicación, nada que señale que tren de los dos coger. En ese momento llega uno, y como tiene un recorrido circular, me digo que ya llegaré a la estación de metro. Ya. Me meto en el tren (donde sigue sin haber indicaciones, ni mapas, ni leches), y me doy cuenta que, como no, ley de Murphy mediante, me había metido en el sentido que no era. Me bajo en la siguiente estación y cambio de sentido. Ahora sí. Después de un par de estaciones, llegamos a una en la que veo un cartel con el metro que tengo que coger para llegar a Manhattan, así que doy un salto y me bajo en la estación. Me convenzo de que tengo que coger otro tren en este mismo andén y cuando llega me meto tranquilamente. Al cabo de un rato, me empiezo a poner nervioso por que el tren que he cogido no va por donde debiera. Este se dirige a otra estación de metro que no es la que me viene bien a mí. Así que de vuelta a la estación anterior, ya provisto de un mapa con todas las indicaciones. Me vuelvo a bajar en la estación donde me había bajado ya anteriormente para cambiar de tren, y me doy cuenta de que tenía que haber bajado a otro andén para coger mi metro. A todo esto, un pavo de seguridad nos hizo pasar pegados a una ventana por que alguien se había dejado una bolsa olvidada en un banco del lado opuesto. Bueno, después de media hora dando tumbos por todo el aeropuerto y sus trenes de conexión, llego a la estación de metro. Un consejo. Si vas estresado y algo cansado, no te dejes llevar por la primera negra que vaya gritando "que pierdo el metro, que pierdo el metro", por que puede pasarte que te vengas arriba, te eches una carrera, des un salto para meterte en el metro, y sólo un segundo después te preguntes a ti mismo si te has metido en la dirección adecuada. Ley de Murphy, nuevamente. Al cabo de un par de minutos, empiezo a ver como el metro cruza literalmente por en medio del océano. Bien, esta no es mi dirección. Como no, la distancia entre las dos estaciones era tremenda, por lo que tardé un mundo en llegar a un sitio donde cambiar de sentido. Me bajo en la estación. Madre mía. Un andén mugriento, al aire libre, con cero coma personas alrededor, y lleno de gaviotas habitantes del océano colindante. Cruzó la pasarela de la muerte, me veo al taquillero, que me mira con cara de no haber visto a un ser humano en años, y encima blanco, y me siento en unos asientos de madera destartalados maldiciendo mi puta suerte. Me asomo a la vía del tren. Una distancia de al menos un par de millas hasta que se pierde en el horizonte la vía del tren. Y ni una luz a lo lejos. Así que nada, me dispongo a sufrir el tiempo que haga falta, pensando en que es la típica situación en la que aparece una pandilla de ñetas-latinking y te dan la paliza de tu vida. Iba tan cansado y tan harto de mi estupidez, que me daba todo igual. Después de 20 minutos eternos, apareció una familia con niños y todo, en la que la madre, a la que le faltaban los dientes de arriba, sólo le pude entender que un policía era un cabronazo. Por fin llegó el tren, me subí y me dispuse a cruzarme todo Queens hasta llegar a Manhattan, y al fin, dos horas después, a casita. Ni que decir tiene que me tiré en la cama a morir un poco, y sólo me levanté para cenar un poquito y volver a morir. Miedo me da pensar que dentro de 15 días vuelvo a España, aeropuertos americanos mediante… Lo cierto es que en mi vida me he sentido tan estúpido. Yo que no me he perdido ni en Copenhagen, verdad Xelu???
HIstoria estúpida
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3 comentarios:
Muy gratos y lejanos los recuerdos de Copenhagen Joserraaaaaaa……efectos narcóticos muy intensos durante el vuelo hacia Denmark…….vikingas en plena discoteca poseídas por Odín al ritmo de Cheeeeemical Brothers……momentos verdaderamente SURREALISTAS!!!!!! con taxista y borrachín autóctono……..bares/tascas en Nyhavn encubriendo en realidad burdeles de cuarta regional………….y “Sirena” rodeada de japoneses y ESPAÑOLES que no vale una mierdaa!!!! jejejeje
Muy buena la historia y muy bien contada. Te hemos acompañado en el eterno viaje.
Bueno, ya queda poco. En breve nos vemos, ¿no?
Un abrazo.
Pero bueno, es que soy la única que piensa ¿por qué no preguntasteeeeeee? es que no falla, no hay manera de que los hombres reconozcáis que estáis perdidos y preguntéis...Seguro que Marga también lo pensó aunque no te dijese nada...
Un beso, nos vemos en una semana!!!!!
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