Atardecer en el Hudson (a ritmo de blues)

11 de julio de 2008:

Esta ciudad no deja de sorprender. Ayer me di cuenta que no conocía uno de los parques más famosos de NY. Se trata de Battery Park, pero en su versión total, no sólo la de South Ferry (que esa sí que la había visto). Así que me calcé las botas, me hice un par de sandwichs y me fui de aventura guiri. El parque comienza a la altura de Chambers street, y va bajando hacia el sur bordeando el río Hudson. Se trata de un parque lineal, estrecho, sin grandes esplanadas de césped en las que tirarse a tomar el sol (a ver, alguna hay, pero pequeñita) y muy tranquilo. Es un lugar de reunión de niñeras con críos, american@s en bikini y bañador tomando el sol, negros jugando al baloncesto y turistas armados con cámaras y gorras. Yo, me había dejado la gorra en casa pero hice lo mejor que pude el papel de turista. Lo primero realmente especial que me encontré fue el Memorial en recuerdo de la hambruna que hubo en Irlanda, y que provocó el éxodo masivo de pelirrojos a estas tierras.

Es un monumento realmente curioso, mezcla de tradición irlandesa y modernidad. Se trata de una estructura de piedra con la superficie cubierta de jardines y piedras por entre las cuales se puede pasear. Sí, es un paseo muy corto, pero recorrer el caminito que lleva a lo alto del lugar permite unas bellas vistas del Hudson y de Jersey.

Se entra a él a través de un túnel con paredes negras en las que se pueden leer frases en contra del hambre, no sólo en Irlanda sino en el resto del mundo. Estas frases brillan en la oscuridad. Es la parte moderna del memorial. Al salir del pasillo te encuentras con unos restos de una cabaña típica de la campiña irlandesa, y cuyas piedras fueron traídas desde aquél país. A partir de aquí, los jardines.

Y luego, en los jardines poblados con cientos de plantas de distintas variedades, algo desordenadas, por cierto, se encuentran rocas con los nombres de diversas ciudades irlandesas. Intenté encontrar la de Waterford, donde pasé un par de veranos en mi infancia, y aunque la encontré en un lugar preferente, no se apreciaba bien para hacerle una foto. Así que me conformé con la de Cork (Dublín, a pesar de estar en primera línea, se encontraba cubierta de maleza, y tampoco se veía bien). Las plantas que habían seleccionado eran más típicas de una jardinería rural que urbana.

A sus pies, existe una fuente muy bonita, con cascada, nenúfares y otras plantas acuáticas, además de una gran cantidad de peces de colores. Los patos, por cientos en esta ciudad, completan la imagen bucólica del lugar.

Lo siguiente que me encontré en el parque fue un centro comercial tamaño king size... Los edificios que acompañan al parque no tienen nada de especial, a parte de ser grandes, de cristal y acero, y bastante feos. Pertenecen al complejo World Trade Center y sirven para acoger las oficinas de varias empresas financieras, por lo que el tipo de gente que se veía era de gama pija-ejecutiva. Y como no, para satisfacer las necesidades de este tipo de gente, en uno de los edificios habían montado un centro comercial. Lo que me hizo entrar en su interior fue su vestíbulo. Una gran cúpula de cristal que permitía ver en su interior un jardín con varias palmeras de tamaño considerable. Así a ojo, yo diría que unos 20-25 metros de altura. Al entrar me di cuenta que en efecto eran palmeras reales, con sus alcorques protectores, su sistema de riego por goteo y en el techo una serie de focos iluminándolas continuamente. Un poco como el jardín de la estación de Atocha, mucho más simple, pero más iluminado, al entrar más luz natural y sin los vagabundos tirados en los bancos.

Al otro lado de la cúpula había unas escaleras en forma de anfiteatro romano que daban a una gran cristalera desde la cual se podía apreciar perfectamente la zona cero. Bueno, las obras que allí se llevan a cabo. Una vez construidas las nuevas torres se verán de maravilla desde aquí.
A la salida me encontré con otro trozo del muro de Berlín, donado por la ciudad al Battery Park. ¿Quedará algo de este muro en Berlín?

Otra de las características del parque es que a medida que vas avanzando te vas encontrando con lugares calificados por algún iluminado como artísticos. Este se asemeja a un templo con sus columnas y su altar, pero con mosaicos en su superficie. De verdad que lo encontré bastante feo. Eso sí, el altar, para jugar al ajedrez. Del resto de "monumentos", preferí no sacar fotos, pues no me parecía adecuado desprestigiar al parque.

Por que el parque, de verdad, es muy hermoso. La sombra que proporcionan los árboles, altos, frondosos, y en su plenitud vegetativa, y el aire que acompaña el discurrir del río lo hacen más agradable si cabe. Hay varios sitios desde los que apreciar la costa del estado vecino o los barquitos navegando, dando una sensación de tranquilidad algo extraña en esta ciudad tan inquieta.

Encontré un mirador de lo más curioso, pero al ir a subir me dio un poco de vergüenza al ver a una pareja en pleno romanticismo (mirando al mar...), por lo que me conformé con asomarme al muelle y tirar un par de fotos de la vista.

Casi al final del parque se encuentra el Museum of Jewish Heritage, en el que no entré pero cuyo edificio me encantó.

Y los jardines colindantes son los de Robert F. Wagner, Jr. Park, un jardín que forma parte del Battery Park, y donde se celebraría posteriormente el evento que da título al post.


Dentro de la oferta cultural veraniega de NY, en Battery Park se ha montado un ciclo de conciertos de blues durante todo el mes de julio, uno a la semana. Nos enteramos del pavo que tocaba, un tal John Hammond, y después de una pequeña investigación internetera (que peligroso es lo del facebook o lo del My space...) nos gustó y nos decidimos por darle una pequeña oportunidad. No nos arrepentimos, no. Un señor de unos 60 años, armado con una guitarra y una armónica, él solo, y que introducía las canciones contando batallitas de cuando empezó a tocar en festivales, allá por finales de los años 60, salpicadas por anécdotas en las que aparecían grandes clásicos del blues y rock de este país. Esto me lo supongo yo, que ya sabemos que mi cultura musical es limitadita, por que cuando mencionaba que se encontraba a un tal X, la gente le aplaudía y exclamaba "ohhhh" de admiración. Y es que la audiencia estaba formada por el típico seguidor de blues. Persona mayor, con gorro tejano, muchos bigotes y barbas, y pinta de haberlo dado todo durante sus años mozos. Y sus mujeres, claro... El caso es que el concierto no defraudó a nadie. Entre canciones propias, tocó algunas versiones de artistas famosos (por lo que decía la gente, por que yo, repito, ni papa). Durante una hora y media, pudimos disfrutar de buena música, al aire libre, tirados en un jardincito, y viendo atardecer con el Hudson de fondo.

El vídeo es de la última canción, de unos 5 minutos de duración, pero que muestra el tipo de música que allí se terció, y el ambiente a su alrededor, con la gente aplaudiendo a rabiar y puesta en pie al final del concierto. Y de fondo, repito, el sol ocultándose tras los edificios de Jersey.



Una más.

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