27 de abril de 2008:
Esta semana he seguido con mis clases de fútbol. Cada vez me encuentro más cómodo tratando con críos de 4 años cabezones y cabezotas...La verdad es que es bastante más divertido de lo que me podía imaginar. Son tremendamente curiosos y enseguida pillan lo que tienen que hacer. Tampoco es que los ejercicios sean especialmente complicados, pero requieren cierta coordinación y atención. La semana empezó bien y mal. El lunes estuve jugando mi primer partido oficial desde hace más de tres años. Nos juntamos unos cuantos de la empresa en un lugar de lo más extraño. Se trataba de un centro de estudios religiosos judío. Mirando el edificio desde fuera nadie diría que hay un gimnasio en la planta quinta, pero así es. No es que sea muy grande, tres cuartas partes de un campo de futbol sala serio, pero suficiente para echar un 4 contra 4. El nivel era bastante bueno, y me llamó la atención la naturalidad con que se mezclan los hombres y las mujeres para jugar. Además no se cortan un pelo, si te tienen que pegar una patada, te la pegan, pero de buenro, eso sí. Yo aguanté mis 35 minutos, dejando muestras de calidad patria, algún que otro cañito, y un poco del hígado también. Me tuve que retirar, entre aplausos, claro, debido a un golpe en el tobillo que me ha tenido un poco cojo durante el resto de la semana. El martes, estuve en casa de Phil viendo al Liverpool, y el miércoles tuve una clase genial en Central Park, al aire libre y con un día espléndido, que diría aquél. Eran unos 20 niños, de 4-5 años, que corrían como diablos. Alguno casi se nos pierde...Lo más gracioso fue ver como al final de la clase se me acercó una señora mayor, con unas pintas muy raras, para increparnos por permitir que los chavales gritasen y perturbasen la paz reinante en el parque. Y eso que en el parque debía de haber miles de personas, no sólo niños, ya que esta semana es el Spring Break, vacaciones de primavera para los colegios públicos y no tan públicos, y la gente aprovecha para tirarse a tomar el sol en cualquier lugar. Y que mejor lugar que Central Park. La verdad es que la señora era para verla. Yo la definiría como la versión travestida de Woody Allen, de verdad, con la misma cara, las mismas gafas, pero con maquillaje exagerado y sombrero de paja. Y en las manos, unos cuadros que debía de estar pintando en el momento en que los niños entraron en acción. Muy rara. El jueves tuve un par de clases más, en las que lo más difícil fue convencer a dos niños (3-4 años) de que saliesen de las faldas de sus madres y se uniesen al grupo para jugar. Me costó un mundo, pero al final lo conseguí. Nada como ponerles una pelota de color amarillo chillón y tamaño considerable para que pierdan la vergüenza. Y ahora, después de escribir esto, me voy con Marga, que hoy se ha tomado el día libre, a tomar el sol y hacer algunas compras de última hora. Regalos y demás, que como siempre quedan para el final. Ya llego a Madrid!
2 comentarios:
¿Qué día de la semana llegais (hora española)? Habrá que hacer algo, ¿no?
Eso de verte -todo bigardo- con los enanillos debe de ser buenísimo...
Llegas a punto para el alirón del MAdrid. ¡A la Cibeles?
Un abrazo.
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