Un día pasado por agua

6 de octubre de 2008:

Y lo digo por que realmente lo pasamos mojados todo el día (bueno, casi todo). Empezamos yendo al bosque de El Yunque, el bosque tropical más grande de la isla, y muy cerquita de donde nos alojábamos. Se trata de una rain forest, o bosque pluvial, por lo que ya nos avisan a la entrada de que nos vamos a mojar. Cuenta la leyenda que Yuquiyú, dios del bien, vivía y reinaba en la cumbre del pico más alto del bosque (el pico El Yunque, a unos 1000 metros de altura (a ver, la isla es pequeña, pero la subida al pico es bastante pronunciada y abrupta)), desde donde vigilaba y protegía la isla y a sus habitantes. La verdad es que no es mal sitio para vivir. Ya en el centro de visitantes te informan mediante paneles y películas de las labores de restauración del bosque, de protección de la fauna, especialmente de la cotorra Poltoriqueña (perdón, no me resisto), y de los lugares emblemáticos. Entre ellos, la torre Yokabú, de más de 20 metros de altura, y desde la que se aprecian estas vistas.


O la cascada de la Coca, una caída de agua de casi 30 metros, pegada a la carretera.
La atracción principal era la cascada de la Mina, a la que se llegaba después de un paseo de más de 30 minutos por la vereda de árboles grandes (así se llama el paseo), un sendero en medio de la selva, por momentos algo complicado de transitar por aquello de las pendientes y los barrancos colindantes, pero de lo más bonito. La cascada de la Mina era espectacular. Además te podías bañar en la piscina que se formaba al caer el agua, ya que había como un descansillo en el cauce del río. Marga se metió en el agua, pero sólo los pies, que hacía un poco de frío. Había un puente de madera para cruzar el arroyo en frente de la cascada, con unas vistas al barranco tremendas. Y como habíamos ido en temporada baja, no había mucha gente.




Después de darnos el "baño" en la cascada nos volvimos a por el coche por el sendero de antes. A los 5 minutos de reemprender la marcha, empezó a llover. Al principio no le di mucha importancia, de hecho me llamó la atención el hecho de que estuviese lloviendo y no me mojara, ya que la frondosidad de la vegetación detenía las gotas de agua. Como a un toti de la vene...

Sin embargo, al cabo de unos minutos, la intensidad de la lluvia se incrementó hasta lo que vulgarmente se conoce como tormenta tropical, y que yo previamente había experimentado en Florida, hace muchos años. Es curioso, por que de repente, en medio de un día soleado, se nubla en cuestión de 2 minutos, se pone a llover y cae la del pulpo, de modo que al cabo de 10 minutos, estas como una sopa, literalmente. Como si nos hubiésemos tirado a una piscina vestidos.

Así que después de intentar esperar durante 10 minutos a que amainase el chaparrón, nos armamos de paciencia (y de valor, que había zonas del sendero que daba miedo pasarlas con el piso mojado) y nos volvimos hacia el coche. Habíamos tardado casi 45 minutos en volver, y cuando lo hicimos, decidimos suspender el resto de la excursión, por que íbamos a morir de una pulmonía. O casi. Además al bajar del puerto de montaña en el que nos encontrábamos, se nos encendió un piloto del coche que decía que una de las ruedas tenía la presión baja. Yo ya me temía un pinchazo, asi que me tuve que bajar del coche, empaparme una vez más, ver que no había pinchado, y volver a meterme corriendo. Por cierto, impresionante la cantidad de agua que caía de la primera cascada que pasamos, la de la Coca, como consecuencia de las lluvias. Un poco más, y cierran la carretera fijo... Condujimos despacito hasta llegar a la primera gasolinera que vimos, y a la que tuve que entrar en plan guiri asqueroso, sin camiseta y con el bañador empapado a pedir aire y gasolina. Vergonzoso. Hasta el típico borracho de pueblo (cantándole a la encargada algo así como te la voy a clavar hasta el fondo) me vaciló diciéndome que en esa gasolinera no se podía entrar sin camiseta, que era un sitio fancy. La mirada de mala leche (me jode mucho mojarme si no quiero) parece que le quitó las ganas de chorradas. Así que nada, como teníamos planes para por la noche, nos piramos a la playa al lado de casa, a seguir mojados...

Por la noche, nos fuimos a Fajardo, a vivir la experiencia de las lagunas bioluminescentes, la atracción estrella de Puerto Rico. Al anochecer, y tras una excursión de unos 20 minutos en kayak (tremenda la Marga remando, casi acabamos con la población guiri que nos acompañaba), llegamos a la laguna. Primero lo explico y luego lo muestro. Al parecer en estas lagunas se encuentra un tipo de bacteria que brilla al agitarla, esto es, al entrar en contacto con el bote, remo, o tu cuerpo al nadar, provocando un brillo fosforescente a tu alrededor. La estampa de noche queda de lo más hermosa. Al parecer existen 3 lagunas en Puerto Rico con estas características, estando una de ellas en la isla de Vieques, y la otra en el suroeste de la isla. La mejor parece ser la de Vieques. La de Fajardo, a la que fuimos, estaba bastante bien, y la tercera, en La Parguera, estaba hecha polvo debido a la sobreexplotación turística. Al parecer, apenas quedaban bacterias, por lo que la experiencia resultaba algo frustrante. Y es que parece ser que son tremendamente sensibles. Reaccionan mal (se mueren, vamos) al contacto con cualquier tipo de componente químico, razón por la cual impiden el paso de motoras (por temas gasolina y aceites) y el baño de la gente, cargada de protector solar y de loción anti mosquitos (necesaria debido al tamaño elefante de los mismos). Así que por eso sólo dejan entrar en kayak, y la sección protejamos a la naturaleza de la policía vigila las excursiones. De lo más numerosas, por cierto. Nuestro grupo era de 8 personas, pero había al menos 6 empresas más metidas, alguna de ellas con grupos de más de 20 personas, lo que demuestra la principal atracción de la isla. La noche que elegimos no estaba mal, ya que no había mucha luna. Las mejores condiciones para apreciar la luminescencia se dan sin luna, ya que brilla mucho más. Para entrar nos metimos por un canal completamente a oscuras, remando con cuidado de no chocarte con las ramas de los árboles que se cierran sobre ti (alguna se llevó un par de ojos) e intentando apreciar el fenómeno. Al principio era complicado, ya que entramos los últimos (esperando a un par de pesados que llegaron tarde). Y es que una vez "activadas" las bacterias, necesitan de un tiempo para recuperarse y volver a brillar, por lo que cuando pasamos no brillaba mucho (recuerdo los miles de personas que habían pasado antes). Al cabo de un rato, mientras el guía nos contaba cosas del lugar, características de las bacterias, y otras cosas así, se volvieron a recargar, y ya sí pudimos apreciarlas plenamente. No salen las fotos, así que cojo prestado un vídeo de youtube para que veais a lo que me refiero, pero creedme si os digo que es una de las cosas más alucinantes que he visto en mi vida. Era muy gracioso meter la mano y empezar a jugar con el agua, y ver como brillaba al tocarla o moverla. Desde luego era una experiencia nueva. Dicen que es un fenómeno bastante común mar adentro, pero como yo soy de naturaleza urbanita, pues no lo había vivido.

Así que por la noche también nos mojamos...Pero mereció la pena, sin duda.

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