The Mall

10 de octubre de 2008:

Dícese de la zona más turística de Washington, jardín entre el Capitolio y el Monumento a Lincoln, con todos los memoriales y museos del Smithsonian. Y es que aquí es donde se levantan todos los monumentos de homenaje a presidentes míticos (Washington, Lincoln), o a los soldados caídos en combate en las distintas guerras en las que estos tipos han estado, que no han sido pocas a lo largo del siglo XX. Así, están los memoriales en honor de los caídos en Vietnam, Corea, o la Segunda Guerra mundial. Aviso que este post va a quedar larguito. Como nos acostamos prontito la noche anterior, aprovechamos para madrugar y presentarnos a las 10 de la mañana (no es cuestión de pasarse) en la estación de tren de Union Station, desde donde, croissant y fruta en mano, enfilamos hacia el Capitolio. El edificio impresiona desde lejos, aunque no tanto desde la cercanía. Es muy chulo, con sus columnas y capiteles, y escalinata blanca impoluta, pero sobre todo impresiona la cúpula, coronada por una estatua de alguien a quien no conozco. El edificio lo empezó a construir Washington, que celebró el final de la primera fase con una barbacoa (hay cosas que no cambian), y lo terminó Lincoln, durante la guerra civil americana. Por cierto, la cúpula, que parece de mármol, realmente es de hierro pintado...Una cosa curiosa es que a pesar de toda la seguridad que rodea a la ciudad, permiten todo tipo de manifestaciones a los pies de sus edificios más emblemáticos. Supongo que serán cosas de la libertad de expresión... En la casa blanca, desde los años 60 se realiza de manera continua una manifestación hippy para la eliminación de las armas nucleares. Cuando llegamos nosotros, sólo había un tipo de pelo largo sentado en el suelo, rodeado de fotos y pancartas, y leyendo el periódico. Y en el Capitolio, nos encontramos con un concierto de rock cristiano, con una cruz enorme detrás del "escenario", y con un bajista que no se sabía las canciones.





Después de ver el Capitolio, por fuera, claro, seguimos andando por el Mall, viendo a ambos lados los edificios de los distintos museos del Smithsonian, de los que hablaré más adelante. Entre ellos, el Botánico, el museo del espacio, el museo indio-americano, la National Art Gallery, etc. La siguiente parada es el monumento a Washington. Un obelisco de casi 170 metros, y con una historia curiosa. Y que por cierto se hunde cada año debido a su peso y al terreno sobre el que se encuentra. Un poco a lo Torre de Pisa, pero en versión yankee. Aquí miles de fotos del monumento en cuestión, desde distintos puntos de la ciudad, quedando el más impresionante para más tarde.

Desde abajo...


Desde el memorial de Lincoln...



Desde el memorial de Jefferson...

De noche.
Justo debajo del monumento a Washington, se encuentra el National World War Memorial, una fuente rodeada por pilares, uno por cada Estado del país con corona de laurel, incluida, y un mural con estrellas doradas, 4000 en total, representando cada una a 100 soldados muertos. Su inauguración no estuvo exenta de polémica, pues no sólo rompió la estética del Mall, excavando en el terreno y entre la vista del memorial de Lincoln y el de Washington, sino que además algunos acusaron el diseño de ser muy parecido al de la arquitectura alemana, dando a entender que Hitler había vencido en la contienda. Cosas de gente rara. La verdad es que a mi me gustó.



La siguiente parada era el monumento que más ilusión me hacía. El Vietnam Veterans Memorial, de los más impresionantes que he visto. Un muro de granito negro, con los nombres grabados de los soldados que fallecieron en la contienda de Vietnam, desde 1959 hasta 1975. Es impresionante, ya que es muy largo, e incluye el nombre de 58.000 soldados muertos. La gente se acerca y deja banderitas a los pies del muro. Rangers del gobierno se dedican a dar charlas explicando los pormenores no sólo del monumento sino de la guerra en cuestión. Y en varias urnas se pueden ver como listines telefónicos con los nombres de los soldados, para que los familiares o amigos busquen el nombre de su conocido y vayan al panel directamente, ya que los nombres están grabados en orden de fallecimiento, no por orden alfabético. De verdad, lo más impresionante junto al cementerio de Arlington.


Después de comernos unos bocadillos y ensalada en el típico puesto de comidas para turistas, que no nos sajaron mucho, nos fuimos de excursión al cementerio de Arlington. En este cementerio tienen derecho a ser enterrados todos los soldados muertos en combate, o todas aquellas personas que han servido en el ejército durante más de 20 años, y sus esposas o maridos. Y no han sido pocos. Para llegar a él hay que cruzar un puente sobre el río Potomac (con una solana tremenda, por cierto), con estatuas de bronce haciendo guardia, para entrar directamente al centro de visitantes. Y es que hay planos con las tumbas más visitadas, como la del presidente JFK, o la del soldado desconocido, con cambio de guardia cada hora, aunque bastante cutre, o un memorial con el mástil del Maine, de vergonzoso recuerdo para el imperio ibérico, o las tumbas en honor de la tripulación del Challenger, aquel transbordador espacial que estalló en el aire en el año 86, y otros menos interesantes para este humilde visitante. Hasta un anfiteatro de piedra blanca han construido. Las vistas sobre la ciudad son espectaculares, y dan idea de lo alto que es el monumento de Washington, y de como no se construye nada por encima de él.




De vuelta a la ciudad, nos pasamos por el monumento de Lincoln, el más famoso de la ciudad y al que la gente va a venerar como si fuese su mejor consejero. En el interior de un templo clásico, se encuentra la estatua de mármol del expresidente, de unos 8 metros de alto, en actitud contemplativa. En las paredes, se encuentran grabados dos de sus discursos. Y desde lo alto, se aprecia una vista tremenda del Mall, con el monumento de Washington reflejándose en la piscina y el Capitolio de fondo. Delante de este monumento es donde se han llevado a cabo las manifestaciones masivas de los años 60 relacionadas con los derechos civiles (anti Vietnam, Luther King, etc). Una vez más, visto desde varios lugares...

Desde el cementerio de Arlington.

Desde el Mall.

Desde el memorial de la WWII.


Desde dentro.
La siguiente parada fue el Korean War Veterans Memorial, quizás el que menos me gustó. A lo mejor es por mostrar estatuas de soldados reales, con sus mochilas y sus armas. Si sólo ves la persona queda como más emocionante, como en el caso del memorial de Vietnam, pero al mostrar al soldado, tal y como es, con sus elementos violentos, pierde la emotividad y te enseña lo violento de la guerra. No, no me gustó.
El siguiente paseo lo dimos por el Tidal Basin, un laguito con sendero a su alrededor, por donde corren los funcionaritos de la ciudad y se reúnen los políticos para hacer sus intrigas en secreto. De nuevo, The West Wing se cuela en mi imaginación. Desde esta posición se ve el monumento a Washington, el de Jefferson y el de Roosevelt, el único presidente que fue reelegido 4 veces, aunque la última palmó a poco de ser elegido. Después de él implantaron la norma de que el presidente sólo podía permanecer en el cargo durante dos mandatos.



Uno de los monumentos que se encuentran alrededor de este lago es, como decía antes, el Memorial del presidente Franklyn Deleano Roosevelt (FDR). En vez de esculturas gigantes o pomposas, se trata de un conjunto de jardincitos con cascadas y piedras grabadas con frases míticas del presidente de lo más sugerentes. Es muy chulo, y a Marga fue el que más le gustó. Nos puso de mala leche el hecho de que hubiese unas estatuas de bronce que caracterizaban una cola de gente esperando a recibir su ración de comida durante los años de la gran depresión, y que la gente se pusiese detrás de ellos para sacarse fotos haciendo el tonto.




El siguiente memorial era el del presidente Jefferson, fundador del partido demócrata, y que se construyó a petición de FDR para compensar el de Lincoln, fundador del partido republicano. Por cierto, que curioso que el fundador del partido republicano fuese un firme defensor de la abolición de la esclavitud y otros valores que no se asocian precisamente a los valores del actual partido republicano. También está dentro de un templo enorme, parecido al Partenón de Roma, con sus columnas y su cúpula, y con una estatua inmensa en su interior. Como curiosidad, en la guía avisaba que era un punto típico para que los novios recién casados se hagan las fotos de rigor, y que desde hace un par de años el Servicio de Monumentos Históricos cobra un canon a los fotógrafos profesionales. Y nos encontramos a una boda haciéndose las fotos!!!!!! No les preguntamos cuanto les cobraron. Como a FDR le gustaba tanto este monumento, hizo que talaran los árboles que se interponían en su línea de visión desde la Casa Blanca, para verlo desde el despacho oval. La verdad es que es bastante chulo, a nosotros nos gustó más que el de Lincoln. De aquí, después de un día de paliza brutal andando, nos fuimos al hotel, después de meternos una hamburguesa tremenda, y con la sensación de que si nos secuestraban en la calle de los chinos, aprovecharíamos el viaje encapuchados para dormir.





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