Museos

11 de octubre de 2008:

Antes de contar el día de los museos, pongo las fotos del monumento en honor de los marines caídos en combate, o la recreación de la puesta de bandera en la isla de Iwo Jima, una de las esculturas más famosas dentro del mundo bélico. La verdad es que es muy impresionante, no sólo por su tamaño, sino por la historia que cuentan los paneles a su alrededor. Desde la historia personal de los soldados que protagonizaron la famosa foto, hasta las distintas batallas en las que los marines palmaron. Había que andar un poco desde el cementerio de Arlington, pero mereció la pena.
Después de la caminata del siglo, nos levantamos al día siguiente con intención de ver alguno de los museos del Smithsonian que se encuentran a lo largo del Mall. Es curioso, pero estos museos fueron promovidos por un millonario inglés, un tal Smithson, que donó su fortuna al gobierno de los Estados Unidos, después de morir, a pesar de no haber pisado suelo americano en vida. El primer edificio construido, un castillo rojo con tintes góticos y románicos, es el centro de visitantes y de información. En total creo que son 14 museos distintos, entre los que se encuentra un zoológico, un botánico, el museo del aire y del espacio, varios de arte, uno de historia natural, etc. Otro museo muy bonito es el National Museum of American Indian.

Debido al cansancio y a la falta de tiempo, decidimos centrarnos en los que a priori nos parecían más interesantes, esto es, el museo del aire y del espacio, y la National Art Gallery. El resto del tiempo, improvisaríamos. Empezamos el día en el museo del aire y del espacio. Una pasada. Dicen que es el museo más visitado del mundo, con más de 9 millones de visitantes al año. No se como lo saben, por que ni te dan entrada al entrar (todos los museos del Smithonian son gratuitos, ni siquiera piden donaciones), y el único método de contaje que vi fue un negro embutido en un traje de segurata, con un contador de los de todo a cien en la mano, en la puerta de salida del museo. Viva la alta tecnología. El museo en si, es una delicia para los niños, y los no tan niños. Mediante todo tipo de exposiciones, paneles, y juegos, explican conceptos tan técnicos como "por qué vuelan los aviones", o como funcionan los satélites y las naves espaciales. Por que no sólo hay maquetas, chorradas, sino que también hay simuladores informáticos que explican el flujo del aire alrededor de las alas de un avión, pudiendo modificar tu mismo las condiciones del mismo, si despega, aterriza, acelera, sube, baja, etc. A mi me pasó que mientras jugaba con estos simuladores, me di cuenta de que un crío, de unos 7 años, esperaba detrás mío para jugar con el ordenador. Obviamente, me tuve que levantar y ceder el sitio. A Marga le pasó también lo mismo varias veces. Entre las exposiciones estrellas, están distintos tipos de aviones (desde los de los hermanos Wright, pioneros de la aviación, hasta el Spirit of St Louis, primer avión que cruzó el atlántico o una cabina de un boeing 747), naves espaciales (muy chula la recreación de una cabina espacial), misiles, portaviones, etc. Y los aviones antiguos, como si fueran de juguete. Todo muy espectacular e impresionante. La verdad es que no me extraña que sea de los más visitados del mundo, entre la gratuidad y lo interesante del mismo.

Esta es Marga, vista por una cámara que detecta el calor corporal.




Después de comer en un McDonald´s express montado a la salida del museo, en un carrito, como los de hotdogs de Central Park, nos fuimos al Hirshorn Museum, sólo para ver el jardín de esculturas que tiene. De estos hay varios, destacando también el de la National Art Gallery.



Para acabar el día, que lo malo es que cierran a las 5 de la tarde (y recuerdo, nos levantamos a eso de las 12), nos fuimos al jardín botánico, que encierra un bosque tropical bastante grande e interesante. A mi me gustaron algunas partes, como las de la flora de climas desérticos (con sus cactus y eso), o la flora en peligro de extinción. No me gustó el hecho de que estuviera todo como muy apelotonado, con plantas metidas con calzador y algo embarulladas, primando la cantidad de plantas sobre el diseño. En su defensa, diré que tampoco es que tuviesen mucho espacio. Pero los jardines estaban muy bien, y había una exposición acerca de las obligaciones de los constructores en la ciudad de Seattle, y de como deben considerar el "factor verde" a la hora de diseñar urbanizaciones o edificios. Si no cumplen ciertos parámetros, no les aprueban el proyecto. Otra cosa: pocos árboles había.


Para acabar el día, a Marga se le antojó cenar en un restaurante español, de tapas, que luego nos enteramos que era del chef de la tele José Andrés. Llegamos a las 8 de la tarde, y nos dijeron que teníamos que esperar una hora (para tomar unas tapas!!!!!!!!!!), así que nos descojonamos en la cara de la maître, y nos piramos a un restaurante que había al lado, mejicano, y donde nos pusimos hasta arriba de tequila y tacos. Y como mola el Capitolio...

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