National Art Gallery

12 de octubre de 2008:

El último día de Washington, lo dedicamos a visitar la National Art Gallery, el museo más importante del conjunto del Smithsonian. Aparte de las exposiciones de pintores europeos, los mejores los de Holanda, y ente los que se incluyen varios españoles, lo mejor de la galería son sus jardines interiores, con fuentecitas y vegetación. Como llegamos pronto tuvimos la suerte de no sufrir las aglomeraciones de gente a la hora de ver las salas, por lo que pudimos disfrutar no sólo de los cuadros, sino de las explicaciones de los guías del museo, dando charlas acerca de los pintores y su época. Muy interesante.


Por cierto, anda que no mola el efecto óptico de esta escultura en el jardín...

Pero lo que más nos gustó fue el ala este, el edificio dedicado al arte moderno. Si ya en si el edificio es una pasada, las exposiciones son igualmente chulas, destacando obras de Lichtenstein, Pollock, Rothko o Warhol, entre muchos otros. Y encima tiene un pasadizo subterráneo que conecta los dos edificios en el que se encuentra la zona de comidas, y sobre todo una cascada de lo más original.





Después del museo, nos fuimos a comer a un sitio que habíamos fichado el día anterior, y que tenía una pinta brutal. Se trataba de un local puesto en plan elegante, pero con ambientación de tipo jazz años 20 y precios razonables. Para empezar nos pusieron un pan de calabaza casero muy rico, un appetizer de pan de pita con una salsa de alcachofas y espinacas tremendo, y luego yo me pedí un sandwich de pollo con salsa de mostaza a la miel, y Marga una ensalada de no se que, ambos platos impresionantes. La mejor comida del viaje. Sin dudas. Además, el camarero súper atento, rellenando los vasos cuando estaban a la mitad, y contándonos su vida en plan majete. Como las raciones eran demasiado grandes, yo no pude acabar con lo mío, por lo que me llevé la mitad del pan de calabaza, y la mitad del sandwich. Para cenar en Philadelphia.
Para acabar el día, nos fuimos a Dupont Circle, el barrio en el que se encuentran las embajadas y que es la puerta al barrio de Georgetown, donde se encuentra una de las universidades más importantes del país. Marga, que ya no podía con su alma y sólo quería irse a casa, me dejó andar a mi sólo, quedándose ella sentadita en el césped leyendo un libro, y vigilando mi comida, y montando un show con el gel de baño que involucró a una de las mochilas. En cuanto al barrio, de lo mejor del viaje. Para empezar, se trata de un barrio de lo más bonito, con casas bajas y mansiones impresionantes. En alguna de ellas han vivido desde presidentes a potentados, y en la zona alrededor de la universidad, estudiantes adinerados. Las calles principales, como la Avenida Wisconsin o la M (las calles en Washington tienen nombre de letras y de números) están llenas de comercios atestados de gente joven. En cada esquina, te podías encontrar con puestos de promoción de productos (a mi me quisieron dar como 12 latas de pepsi). Fuera de estas avenidas, las calles son muy tranquilas, con un tufillo a pasta que tiraba patrás. Y la universidad, ya era la leche. Dentro del grupo de universidades como las que ya he comentado aquí (Harvard, Columbia), se trata de un campus ajardinado, con un edificio de estilo gótico enorme e impresionante, y un ambiente de vida universitaria increíble, para ser domingo. La gente tirada en los jardines tomando el sol, o paseando por entre los edificios. Una autentica maravilla.


Y luego la historia absurda. Ese día nos volvíamos de Washington hacia NY Marga, y hacia Philadelphia yo. En los autobuses chinos, claro. Yo llevaba la información de los horarios que había sacado de la página web, pero esto es como un mito. Al llegar, a las 5 de la tarde, nos enteramos que el siguiente autobús a Philadelphia era a las 9 de la noche, y que los de NY salían cada hora. Así que Marga me miró, y me dijo que hala, que se piraba a casa, que no podía con su alma, y que me fuera bien por Philadelphia. Pobrecita, vaya paliza le di. Así que ella se fue, y yo me vi sólo, sin saber a donde ir, y con 4 horas por delante. Por cierto, para que veáis como funcionan los chinos. En el autobús de Marga, que se llenó enseguida, se quedaron en tierra dos tipos jóvenes, con el billete sacado por internet. Como el bus estaba ya lleno, les instaron a coger el siguiente. La que se montó. Los tipos dando gritos diciendo que de que servía sacar los billetes por anticipado, si luego entraba el primero que llegaba, y que a ver como les compensaban a ellos por el tiempo que iban a perder esperando al siguiente autobús. Que no sólo les tenían que reembolsar el dinero del billete, sino que además les tenían que compensar. El chino que en ningún momento de la discusión dejó de hablar por el móvil, se descojonaba de lo lindo al oír las pretensiones de los chavales, y les decía que si, que si, pero que cogiesen el siguiente autobús. Otra de las chinas, encima, casi la termina de liar cuando les dijo que al haber perdido el bus que habían reservado plaza, tenían que pagar un suplemento de 2 dólares. Casi salimos ardiendo... El caso es que una vez me hice con mi billete, me fui a hacer lo que cualquier americano hubiese hecho en mi lugar. No, no me fui a ver a las camareras del Hooters, me fui a ver la tele. Hay una pantalla gigante en el exterior del Verizon Center, hogar de los diversos equipos deportivos de la ciudad, con unas escaleras de uno de los museos en el que la gente se sienta como si fuese un salón de casa. Allí, viendo los partidos de fútbol americano, y cargando con la comida-cena, recuerdo, me pase la tarde, hasta que se hizo la hora de ir a Philadelphia. Por cierto, que no hay más fotos por que como no descargué la tarjeta al volver de Puerto Rico, tuve que cortarme a la hora de sacarlas. Quería reservarme unas 70 fotos para Philadelphia, y entre Puerto Rico y Washington, llevaba casi 600...Lo digo por que me hubiese puesto tibio sacando las caras del chino del autobús, o de las camareras del Hooters...

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